lunes, 9 de junio de 2014

Ajenos

En la invasión de valentía crece la franqueza de las palabras. Que las palabras no son siempre realidades ni las realidades son siempre verdades.

Habrá condescendencia que te hará más débil que al inseguro y más cobarde que al callado. Porque habrá juicios que perderás al ser juzgado y juicios que perderás al juzgar. Pasarás de juez a culpable y luego de víctima a victimario. Que las reglas no siempre serán cristalinas y cambiarán en tempestades.

Podrás increpar en la diferencia y proclamarte sano en lo que piensas. Que lo que pasa por tu mente nadie lo sabe y que la imaginación sobrará en lo inconcluso y en lo escondido.

La vida te empujará hacia la constante aprobación. Pues te han enseñado desde niño que existe otro que mirará lo que hagas, que oirá lo que digas, que leerá lo que escribas. Que todo eso, fuera de vos mismo, ya no te pertenece.

El otro se adueñará de lo que ya expresaste, y allí tendrá su forma de pensarlo, analizarlo, estrujarlo, romperlo, enaltecerlo o modificarlo.

Serás sirviente de la constante balanza ajena, de miradas fortuitas y morales dispares. Que lamentarás haber callado o haberlo dicho.

Lo difícil será consensuar con vos mismo.

Y te enfrentarás a tu propio reflejo, a un espejo que, a veces, dolerá por exceso de transparencia. Verás quien eres y qué esperas, volverás a confundirte y la oscuridad del espejo te pondrá a prueba. Volverás a verte. Y perderte.

Te condenará la mentira y te expondrá lo oculto. Serás misterio para el que no pretenda resolverte, serás intriga para el que te deje pendiente.

Frente a los flagelos y distancias, frente a los límites impuestos, frente a las asperezas y suavidades, frente a la ignorancia y la sabiduría. Allí, frente al difícil olvido y la incipiente culpa. Allí, te juzgarás a vos mismo, tus propias verdades erizarán tu mente, tus propios actos resolverán tus juicios.

No será en vano el esmero, ni serás invisible para el otro. Habrá una aprobación o un rechazo. Que el auténtico también esconde, que el pensante también dice, que el locuaz también oculta.

Pronúnciate ajeno, a veces no te perteneces.


Seremos mucho de lo que somos para el otro. Para uno mismo siempre seremos poco, nada o todo.

lunes, 10 de febrero de 2014

Sanarnos siendo niños


Cuidar a los niños es protegerlos del presente, no del futuro. La niñez es la muestra más sencilla y transparente de la inocencia con la que pensamos el mundo. Cuando somos niños tenemos todo por descubrir. Nos sentimos útiles y poderosos.

Allí, las casitas y las muñecas son familia. Allí, empujar un camión es recorrer largas rutas. Allí, un papel blanco es un gran lienzo. Allí, los animales hablan. Allí, un plato de comida es felicidad. Allí, una toalla en la espalda nos alcanza para ser héroes.

La cercanía con los niños nos enseña mucho de lo que ya olvidamos. Aprendemos a ver el mundo desde abajo, con una mirada que se deja sorprender, con oídos dispuestos a escuchar algo distinto. En la niñez los escondites son señal de aventura y no de soledad. Para el niño, el orgullo es atarse solo los cordones y las sonrisas son efectos de haberlo logrado. Cuando somos niños la música se crea con una lata. Allí, la imaginación no necesita de psicólogos, sólo de soñadores.

Estar cerca de los niños es estar cerca de la esperanza porque todo está por venir. Ellos son guionistas creando diálogos con osos de peluche. Para ellos, nuestros brazos son refugios y el cielo es alcanzable. Los niños no son conscientes de la esclavitud, para ellos una bicicleta es libertad. Cuando somos niños la comodidad es un piso donde sentarse, la gloria es un patio donde poder correr y perder es la oportunidad de cambiar de juego.  

Allí, las penitencias son un llanto pasajero y la franqueza no se mide en palabras.

Proteger a los niños es alimentarlos de un mundo alejado de la adultez vacía. Es enseñarles que el reto no sugiere culpa, sólo exige aprendizaje. Es mostrarles que un dibujo animado nos puede distraer del mundo. Proteger a los niños es enseñarles que un libro no se rompe y que para hacer un trencito necesita de otros niños. Protegerlos es bailar coreografías y sanar sus heridas con un soplo.

No se necesitan grandes acciones para curar sus vacíos, sólo basta con un cuento. No se necesita regalarles caramelos para ganar su cariño, sólo basta con darles “besos de verdad”. No se necesita mayor inteligencia para explicarles dónde está Dios, sólo basta con señalar corazones.

A veces necesitamos mirar hacia atrás y vernos siendo niños. Quizá así logremos perder algunos miedos, nos invitemos a descubrir nuevos juegos y nos dejemos sorprender por lo desconocido. Quizá nos alimentemos un poco más de franquezas, tengamos mayores esperanzas y veamos que en ellos no hay futuros adultos, hay un destino que merece una oportunidad. Quizá nos veamos débiles y pequeños pero significantes. Quizá logremos sentir las miles de manos que nos quieren alzar y nos reconozcamos con una sonrisa frente al espejo. Quizá valoremos la sencillez y no nos dejemos atrapar tanto por la realidad.

Tal vez necesitemos que ellos nos protejan a nosotros, nos espanten los monstruos y nos exijan paz.


Quizá cuidar niños sea una hermosa forma de cuidarnos. Quizá son ellos quienes nos podrán sanar de algo, de mucho, de todo. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

2013, merecida dedicatoria.



A las Pringles, porque nos hacen mejores personas.


A los que se animaron a decir.


A los que se animaron a callar.


A los programas de chimentos que nos hacen más sordos.


A los libros que nos llevaron de viaje.


A los viajes que nos llevaron a libros.


A los desaparecidos, violentados y muertos en democracia.


A Francisco I por sanar un poco más al mundo.


A los que piensan demasiado.


A los que no que no dudan ni un instante


Al Plidán, por dar respiro a las realidades.


A los que googlearán la palabra Plidán.


A los errores de ortografía de las historias que contamos.


A las páginas en blanco que se rinden ante la imaginación.


A los buscas que no paran.


A las urnas que hablan sin hacerse entender.


A Breaking Bad y Dexter, que se fueron vistiendo la realidad de ficción.


A New York.


A los que se dejaron sorprender.


A los que sorprenden.


Al sillón beige.


A la copa de vino que entendió todo.


A los culpables que quedaron encerrados.


A los que nacieron para darnos un suspiro de vida.


A los que se fueron porque estaban cansados.


A Beyonce, por alimentar nuestra envidia.


A la nostalgia que se guarda y siempre vuelve.


A los pacientes que esperaron nuestras calmas.


A los oídos que se aguantaron gritos.


A las palabras que necesitaron oídos.


A las lágrimas derramadas, para que no vuelvan.


A los niños, que embellecen con inocencia.


A los que ganaron batallas.


A las dejadas que supieron bailar.


A los dejados que supieron verlas bailar.


A los que cuidan sin pedir algo a cambio.


A la madrugada y la belleza de su silencio.


Al que llegó para quedarse pero aún no lo sabe.


Al que se fue sin pedir permiso.


A todo lo que extrañaremos, a todo lo que olvidaremos.


Al tiempo, que no cura pero calma.


A la música que no conocíamos.


A los agradecidos que supieron recibir.


A los que perdonan y enriquecen nuestras obras.


Al café que nos despertó de la vida.


A las discusiones que nos cachetearon la realidad.


A la amistad por no darse por vencida.


Al amor por permitirnos historias.


A la familia por acunar y proteger.


A WhatsApp por hacernos más impacientes.


A Twitter por hacernos creer poderosos.


A Facebook por enmascarar realidades.


A los que piensan que tienen la vida armada.


A los que arman la vida.


A los que aman la vida.


A los que entendieron que el día de hoy aún no está escrito.


A los que entendieron que el 2014 aún no está escrito.


A quienes están dispuestos a escribirlo.


A los que ya lo escriben.


Salud, luz y paz para ustedes y sus familias.


Agus



miércoles, 4 de diciembre de 2013

La seguridad no se negocia, no se ruega, no se discute.

 La seguridad no se negocia, no se ruega, no se discute. La seguridad es el único arma que el pueblo tiene frente a los mal educados, los mal aprendidos, los indiferentes, los despreocupados por el otro.

Los políticos no vieron a sus hijos correr motos para resguardar negocios y gente. Los que están del otro lado no tenían a sus hijas gritando en medio de la calle. Los problemas hasta que no se hacen propios parecen no interesar.

Los juegos de llamados, tweets, responsabilidades y otras no entran en la batalla. La batalla está en los empleados de supermercados que se vieron invadidos por grupos intratables. La batalla está en las ambulancias que no frenan sus servicios. La batalla está en los dueños de negocios que lo laburan con esmero. La batalla está en el estudiante que salió a la calle para cuidar lo propio y lo de otro. Lo demás son batallas perdidas.

Quién se lleva lo de otro es delincuente. No hay hambre. El carenciado es otro, el carenciado tiene una mirada pura que pide ayuda. Anoche hubo otro tipo de miradas. Las motos que anoche iban por las calles no eran de pobres con hambre. Son los mismos que roban, matan y asustan todos los días. Y lo peor es no saber dónde se genera y concentra el problema. Tenemos una gran parte de nuestra sociedad mal educada y cómoda que jamás nos entenderá, porque no les interesa entendernos.

El terror en una ciudad desprotegida aumenta la necesidad de preguntarnos: ¿Qué mierda piensa esta gente que gobierna? ¿en quién piensa? ¿y la nos debe proteger?

A la madrugada se discutía sobre medios mientras desde mi balcón veía pibes de 25 años correr motos.

No tenemos límites. No nos permitimos un país serio. Y creo que no podríamos serlo.

El Gobierno Nacional culpa al Provincial. El Provincial culpa al Nacional. La policía reclama dejándonos solos.


Y mientras tanto, ya amaneció... acá estamos los de siempre... nosotros, los que nos levantamos temprano porque hay que trabajar.

lunes, 14 de octubre de 2013

La más antigua de las guerras

Y seré una extraña.

Porque la apariencia ha sido seducida por la certeza.

Seré una extraña cuando la búsqueda sea la batalla más dolorosa. Cuando la guerra entre pensar y sentir se vuelva inmune. Seré una extraña al preguntarme qué es pensar si no es sentir.

Seré una extraña cuando avance sin escrúpulos, cuando el silencio me perturbe y la boca quiebre. Será esclava de intentar y volver. Será sierva de intentar y quedarme. Seré una extraña en líricas estrofas y me alzaré a la emoción pensándola posible.

Seré una extraña con manos decididas y con ojos que besan sin tocar. También seré la huida de los que temen y de la cobardía que aparenta indiferencia. Seré extraña para los extraños, seré extraña para los de acá.

¿Qué diferencia hay entre latidos y pensamientos? ¿Qué hay de aquello que la mente siente? ¿Qué  sucede con aquello que el corazón piensa?

Frente  a frente una disputa, sin armas blancas, sin fuegos ni explosiones. Una batalla de incesantes quietudes, de fervorosas inquietudes. Un debate profundo que juega y jala para ambos lados, que ejerce el poder de los grises pero no sana, no cura, no termina.

Seré una extraña pensándolo, seré una extraña emocional. Seré sensatez cuando necesite valentía, seré calma cuando necesite aventura. Seré una extraña de inconclusas decisiones, será autenticidad disfrazada de lujuria. O quizá, seré todo lo contrario. Dependerá de quién gane la batalla.

Y en aquella guerra, la más antigua de todas, la que enfrenta piel a piel al corazón con la razón, ya no seré una extraña. Me convertiré en destino, me hallaré entre sus ruinas, me levantaré entre sus glorias.

No podré obtener rédito de la victoria, ni podré debilitarme en la derrota, porque seguiré siendo la misma. Otros me llamarán extraña. En esa guerra, me llamarán guerrera.

Podré justificar cada gota de sangre derramada, algo así como cada lágrima.

Y en el momento del fin, la conquistadora se llevará grandes halagos dejando desnuda a su contrincante. Cada una elegirá con cuánta humildad vuelve a su lugar. Volverán rápidamente, porque esta extraña las volverá a batallar. Y será un nuevo día para una misma guerra.

Y miraré con firmeza, con puño cerrado, unida al sudor, y con lo que me quede de voz, gritaré mi himno final:

¡Maldita razón que paraliza corazones. Maldito corazón que enloquece razones!


Y despacio volveré a ser una nueva extraña. 

lunes, 16 de septiembre de 2013

Un café, a las 8 en punto


A las 7 de la mañana sonó el despertador. Bajo las sábanas azules había un solitario despertar. La mañana de invierno no permitía que él quisiera salir de la cama pero sabía que el encuentro estaba destinado a ser.

A las 7.15 de la mañana suena el despertador. Bajo las sábanas blancas había un solitario despertar. La mañana de invierno la dejaba con ansias de salir de la cama e ir al encuentro destinado a ser.

La cafetería abría temprano, se horneaban las medialunas que aromatizaban la cuadra y los granos de café alimentaban una calurosa estadía. Se oía versión en vivo de "Blackbird" por Eddie Vedder.

Él llegó despacio, con una leve sonrisa saludó al cafetero, se sentó en la última mesa, tomó el diario del día y miró el reloj. Faltaban 15 minutos para las 8 de la mañana. Abrió la sección Deportes y leyó atentamente mientras se acercaba el mozo y le preguntaba:

- Buen día señor, ¿qué va a tomar?
- Por ahora un expreso, espero a alguien. – respondió con timidez.

Ella se había tomado un taxi. Vestía botas negras, un jean gastado, un suéter gris y una bufanda verde que emparejaba con sus ojos. El taxista la miró por el espejo retrovisor y preguntó dónde iba, ella respondió agitaba:

- A la cafetería de Duarte Quirós 53. Si me disculpa, intente ir por el camino más corto y rápido, porque estoy llegando un poco tarde.

La cafetería comenzaba a llenarse, él ya no estaba solo, aunque la mesa se sentía vacía. Tomó la taza de su café espumoso, puso dos de azúcar como acostumbraba a beber, el humo hacía desvanecer el invierno y permitir un suave sabor humeante. Miró el reloj. Faltaban 2 minutos para las 8 de la mañana.

El taxista escuchaba las noticias atentamente. Ella miraba por la ventana, los comercios aún estaban cerrados, los chicos corrían con sus mochilas hacia el colegio y el cielo se vislumbraba gris. Suspiró cuando estaba cerca, a una cuadra decidió bajarse.

- ¿Cuánto es?  - preguntó mientras buscaba su billetes en su pantalón.
- $28,50 señorita.
- Quédese con el vuelto. – dijo ella mientras entregaba $30 arrugados.

La sección Deportes  estaba en la misma página en la que se había abierto. El café se había terminado. En la mesa de al lado había un muchacho joven que leía sus apuntes universitarios con lápiz en mano. Sonaba de fondo ''Sweet Pea'' de Amos Lee y él volvió a mirar el reloj. Habían pasado 10 minutos de las 8 de la mañana.

Ella caminaba apurada, el viento bailaba con su bufanda. A unos metros de la cafetería, frenó su impulso, una gota calló sobre su rostro, comenzaba a llover. Abrió la puerta lentamente, limpió sus botas en la alfombra de Bienvenida y entró sin llamar la atención.

La música se silenció por tres segundos hasta que una suave melodía de Bon Iver inmortalizó el momento.

Él la vio esquivando un par de mesas. Sonrió y respiró tranquilo.

Ella lo vio sentado junto a una taza recién manchada de café ardiente. Sonrió y respiró tranquila.

Dejó su cartera sobre la silla enfrentada a él. Él corrió el diario hacia su derecha.

Se miraron por eternos tres segundos.

- ¿Qué vas a tomar? – él preguntó algo tímido y nervioso.
- Un cortado está bien.

Se miraron por eternos tres segundos.

- ¿Cómo estás?
- Bien. Perdón que me retrasé unos minutos. – contestó invadida de simpatía -. ¿Vos como estás?
- Bien. Algo nervioso.

Se miraron por eternos tres segundos.

El mozo se acercó lentamente hacia la mesa.

- Un cortado para  ella y para mí otro igual. – dijo él señalando el expreso vacío.

Se miraron por eternos tres segundos.

- ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó ella.

Él miró el  reloj. Habían pasado 15 minutos de las 8 de la mañana. Y respondió sin dudas:

- Detenemos el reloj.

Se miraron por eternos segundos.