lunes, 27 de mayo de 2013

Yo no sé quiénes son ustedes

Hace unos meses escribí esto:


Hace unos días recibí una respuesta de una persona que no conozco pero con todo respeto me escribió. Me guardo sus palabras porque no son mías y no las comparto sin su autorización. Pero algo del escrito me quedó claro: “Ustedes”.

Y ahí, nuevamente, reflexioné.

¿Quiénes somos nosotros? ¿Quiénes son ustedes?

Lamentablemente estamos viviendo un proceso de visión obtusa de la realidad. Banalizamos todo con ser parte de un proyecto o no serlo. Hay un error crucial: no preguntarnos cuál es el verdadero proyecto. Nos enfrentamos todo el tiempo escuchando cosas como: “Ustedes se quejan de no poder comprar dólares y viajan al exterior”, “Ustedes se quejan pero no hacen política para cambiarlo”, “Ustedes ven un programa opositor y creen todo”, “Ustedes sólo piensan en la clase media-alta y alta”, “Ustedes también roban”, “Ustedes son el monopolio más grande del país”, “Ustedes no respetan e insultan a la Presidente y a quienes la votaron”, “Ustedes no quieren un gobierno popular”, “Ustedes creen que los mejores países son otros”. Ustedes, o sea, nosotros. ¿Quiénes? ¿Yo y mi familia? ¿Yo y mis amigas? ¿Yo y mi pueblo? ¿Yo y mis vecinos?

“Divide y reinarás”. ¿De eso se trata?

Hemos logrado entre todos convertirnos en siervos de la máxima Maquiavélica. El Gobierno ha sido estratégicamente inteligente y ha encontrado a su mejor opositor: el cuarto poder. De los otros, directamente, se ha adueñado. No encuentro en mis 28 años de vida un momento más comprometido con lo que pasa hoy, por lo menos en mi generación que está dispuesta a preguntarse cosas, a dudar, a pensar. Yo no viví la era de Perón y Evita, yo no viví Dictaduras Militares. Yo vivo hoy y, sin olvidar la historia que me contaron, he estudiado  y he leído, me ocupo de hoy. Escucho a maestras desorientadas por la bajada de línea del sistema educativo y el desinterés del niño en aprender. Estamos creando una niñez vacía, una adolescencia despreocupada y un futuro temible. Clave: la ignorancia del otro nos pone en posición de poder.

La creación de un batallón de mentes cerradas, la ceguera en exceso, ya no es cuestión de ver para creer. En mi caso, o en “nuestro caso”, hay agotamiento, hay bronca, hay impotencia. Yo he escuchado miles de veces: “trabajá para remediarlo”. Eso hago, eso hacemos, con honestidad y cultura de trabajo alcanza muchachos. Pero cuando un frente de corrupción tan grande nos hace quedar chiquitos y hasta me permito decir que nos hace quedar como boludos, ya todo cansa. Y el peor pueblo es el cansado, porque tiene dos opciones: dormirse o esperar sentado.

Siempre fuimos bosteros o millonarios, morochas o rubias, altos o petizos, gordos o flacos, mujeres u hombres, de la Capi o del Interior, peronistas o radicales, ricos o pobres, de la Universidad Privada o de la Nacional, de Racing o de Independiente. Y parece ser nuestro foco: “Ustedes o nosotros”.
Marcos Aguinis en su columna escribió:

“(…) vale una anécdota de Jorge Luis Borges, que nunca se molestaba por ser calificado de "gorila", quizá porque le hubiese gustado tener también el vigor físico de un gorila. Casi ciego, pero aún capaz de movilizarse solo, se detuvo junto a la avenida 9 de Julio con su bastón blanco y pidió ayuda a un joven para que lo ayudase a cruzar. En el trayecto Borges empezó a manifestar su rabia por las últimas medidas del gobierno peronista. El joven, indignado, lo insultó y abandonó en medio de la avenida. Mientras los autos zumbaban por delante y atrás del poeta, y el muchacho se alejaba presuroso, Borges atinó a gritarle: "¡No se enoje, jovencito: yo también soy ciego!"

Y todo es tan raro, tan loco, tan impulsivo, tan infundado, tan ciego que freno dos segundos y me pregunto: ¿seré “ustedes” o seré “nosotros”?

Mi proyecto es el mismo que muchos. Y si eso es “nosotros”, me expreso por nosotros.

Nosotros queremos un país con ojos abiertos, letrado, educado, analítico y crítico. Nosotros queremos el mismo país justo que quieren ustedes, con escuelas capacitadas y limpias, con hospitales relucientes y llenos de equipamiento, caminos seguros y poblaciones resguardadas. Nosotros deseamos pagar impuestos y contribuir a la Nación, nosotros queremos un país libre, una República que no olvide ese concepto, deseamos jueces independientes y sentencias que suavicen dolores de las víctimas. Nosotros queremos que los que roban no lo hagan más, que las palabras se expresen. Nosotros deseamos dar una mano al que no tiene oportunidades, queremos oportunidades. Nosotros queremos ser tratados como parte del proyecto, que no sea “su” proyecto, sea “nuestro”.

Y yo no sé quiénes son ustedes, me quedo tranquila con saber quiénes somos nosotros. Porque si esto se trata de una guerra de poder, una guerra de convicción, de cerebros,  de locura, de una guerra de ironías, lo que sea, creo que “nosotros” tenemos el mayor de los poderes:

Ser conscientes y trabajar para que nuestros futuros hijos no se conviertan ni en ustedes ni en nosotros… que ellos sean los verdaderos “todos y todas”.  

lunes, 13 de mayo de 2013

Calla


Calla al oír la canción que te describe, calla cuando un halago te enaltezca, cuando un poema te enamore. Calla al sentir el reloj en movimiento, al escribir un verso olvidado, calla en la suavidad de una palabra escuchada, en las discusiones sin destino, en la imaginación más aventurera. Calla al oír la paz de las olas, al cerrar los ojos frente al viento. 

Calla cuando una voz amiga te guíe, cuando una caricia derrame fantasías, cuando un callejero te pida abrigo. Calla al abrazar, al sonreír. Calla cuando tiemble tu boca, cuando la respuesta hiera, cuando la pregunta no sea adecuada. Calla cuando camines sobre hermosos paisajes, calla en tardes de primaveras y atardeceres de montañas. Calla cuando el cielo se cubra de truenos, calla cuando un libro se abra, cuando la música ilumine la oscuridad. 

Calla antes de dormir, calla al despertar con un café caliente. Calla cuando el amado esté llegando, cuando un llanto desesperado te aclame, cuando una confesión te invada, cuando te cuenten un cuento, cuando te ilustre un artista. Calla cuando la inteligencia se escuche, cuando la sensatez necesite calma, cuando la desesperación nazca. Calla frente a una mirada sincera, calla cuando un beso detenga el tiempo.  

Calla… porque tu silencio podría ser el comienzo de las más bellas palabras. 

lunes, 6 de mayo de 2013

Sin pedir permiso


Ese mágico segundo en el que tus ojos se cierran y cualquier peligro eriza pieles, cualquier pasión permite euforia. La imaginación, ese laberinto sin límites donde vuelves a ser niño, donde ya eres grande. Esa sensación de navegar por donde jamás estuviste, por volar sin motor ni alas, esa increíble capacidad de sentirse héroe sin luchar, de ser dibujo animado en los colores que elijas.  

Algo deja de existir en el mismo momento que otra cosa nace. Es como cuando el bostezo aparece y la lucidez se va, cuando llega el silencio y el ruido se esfuma… cuando la soledad decide marcharse y la compañía es bienvenida. Ese momento, cuando el vacío recobra otros significados, se llena, te invade, te sorprende, te detesta pero te alienta. Hay un contrato firmado de por vida entre la mente y lo que no puede ser, entre aquello que sentimos y pensamos y aquello que aún no se ha construido.

La imaginación es la lucha interna por un cambio, por una locura, por una razón. Hay en ese momento una cima inalcanzable por ningún otro poder. Poder imaginar es crear mundos donde no hay vida, es ser princesas en castillos de arena, conocer París sin viajar, dialogar con Borges y escribir junto a Woody Allen. 

Imaginar es matar al inocente en un policial y enamorar a los amantes en una novela, es sumar un nuevo plantea a la Galaxia, ponerle formas a las nubes y encantar a un perdido amor.
Imaginar es estar inmersa en un espacio ficticio donde te conviertes en amo y dueño. Es un laberinto de poder. Dejas de estar donde estás, una corriente te impulsa a otros espacios y fluyes, no terminas, corres, tu rostro se acomoda a lo que tu mente dispara y vives, y mueres, y naces, y matas, y vuelas, y crees, y en algún momento frenas. La realidad te atormenta, se transforma en eso que palpas, en eso que tocas, en aquello que miras. La realidad te despierta  pero lo mágico es poder volver cuantas veces quieras… volver a imaginar sin necesidad de pedir permiso.