jueves, 19 de julio de 2012

Máximas que he aprendido de mis amigos





Agradecerás los amigos que te han enriquecido aunque no sea su día y la copa esté vacía.

Almacenarás chocolates para sus emergencias emocionales.

Comerás pizza a pesar de querer empanadas.

Tendrás esmalte de uñas en tu casa para suplir sus necesidades “básicas”.

Manejarás a la madrugada sin importar el destino.

Cocinarás para alegrar almas de gordas.

Atenderás sus llamados a pesar de recién haberte dormido.

Colorearás sus días grises con café ardiente.

Serás la tía copada de sus hijos... te retarán por serlo.

Someterás los diálogos a silencios necesarios y palabras justas.

Confiarás tu billetera cuando las cuentas no te salgan.

Escribirás para hacerlas sentir entendidas, para decir lo que ellas no pueden, para hacerles llegar lo que tu voz no puede expresar.

Pedirás ayuda cuando algo te duela. Ayudarás cuando algo les duela.

Lavarás copas después de todo brindis sin fastidiarte.

Admirarás su arte.

Preguntarás aunque ya sepas la respuesta. Responderás aunque ya sepas que la sabe.

Sacarás fotos en situaciones extrañas y no las publicarás hasta que hagas el video de su casamiento.

Permitirás enojos y todo se arreglará con gritos de por medio.

Ayudarás a llevar sus bolsas cuando se compren ropa de más.

Construirás brújulas cuando se sientan perdidos.

Aceptarás el “no me gustan esas botas” y las usarás de todos modos.

Compartirás pesadillas, soñarás lo mismo.

Madurarás con sus consejos sin dejar de ser niña.

Festejarás sus logros y serás la encargada de abrir el champagne.

Conocerás sus secretos y sólo los compartirás con otras amigas.

Cometerás errores que el tiempo sanará.

Detendrás sus impulsos con una mirada penetrante, entenderá pero igual lo hará.

Serás de fierro cuando se sientan de seda.

Dejarás que se vayan lejos para desear que vuelvan pronto.

Entregarás tu tiempo, tus virtudes, tus defectos y tu cariño sincero aunque lo calles.


Buscarás cualquier excusa para festejar que un día de tu vida, ese “alguien”, llegó para quedarse.

lunes, 2 de julio de 2012

Difuso y candente infinito


Y pareciera que sólo había sido un deseo como un puñado de miel que, algo ardiente, se derrite en la boca. Penumbras algo extrañas que idiotizaban la poesía volviéndola ridículamente bella. Esa eternidad algo efímera, algo aparente, algo lejana. Un sendero de inconclusos infinitos que en su más furtivo peso ya nada valían.

¿Qué podían impedir los ilusionistas frente a aquella magia? ¿Qué podía esperar el artesano que había perdido sus manos? Nada. Una completa nada. Todo. Un completo todo.

Sería porque el destierro del corazón los condenaba. Había algo de silencio en la osadía y mucho de arrepentimiento en la locura. Era esa tiesa mirada que no duda, que marcha, que hiere pero no culpa.

¿Qué han visto los ciegos de aquello que no brillaba? ¿Qué deberían decir sus voces rodeadas de bullicios? Nada. Una completa nada. Todo. Un completo todo.

La calma de sus dedos atravesaba cada centímetro de piel y los acompañaba un soplo en los oídos susurrando un seductor delirio. Se invitaban a no ver, a oscurecer los tragos agrios y a humedecer el aire puro pintándolo de una estúpida conquista.

Y en ese mismo puñado de miel, ardiente sorbo de calor, un impulso eterno los sostenía distantes para cometer el mismo crimen, decorado con un quieto reloj, vistiendo el mismo perfume y salvando el mismo fervor.

Ardían en una completa nada. Ardían en un completo todo.