lunes, 16 de abril de 2012

Mañanas


Arremete porque cree y en su interior decora una sospecha.
Canta suavemente entre murallas disipadas, se adormece en teces.
El desierto es su cuerpo donde aflora una húmeda esperanza.
La inquietud de lo que viene en un amanecer agitado que ya no hiere, ya no descree, ya no desvanece.
La tormenta se ha llevado tactos y va dejando inconclusos diálogos donde el encuentro sació al dolor.
La sonrisa se clava como espada en su pecho pero sin pena, sin culpas, sin reproche.
Una corazonada de ilusión resplandece en sus ojos cristalinos, jala con dulzura en su flameante horizonte y la pondera brillante.
No han sido huídas en sus silencios, sólo estrofas de nuevas canciones, donde el eco de su voz renace y no olvida.
En su mente recubre su emoción, la flagela y la acerca, la añora, la abraza.
La tranquilidad en sus manos acompaña un grito sin desesperaciones y sin tenebrosos mañanas.
Repite entre sus labios, descubre entre sus dedos, llora en la alegría, y desnuda, se va vistiendo de gala.