jueves, 14 de marzo de 2013

Creer o reventar



Más de 10 personas frente al televisor, en medio de la jornada laboral, entre risas y chistes, seguíamos la definición del Cónclave con entusiasmo e interés. Cinco horas después, sola, me pregunté: ¿por qué?

Cuando dos amigas descubrieron la palabra Bergoglio en medio de palabras que no entendíamos, algo sucedió en todos, algunos se lo tomaron como una victoria frente a un Brasil que nos lleva la delantera en casi todo (pero no lo queremos admitir), otros se fueron a escribir ingeniosas resoluciones en 140 caracteres, algunos enfatizaron su ironía política. Para mí fue el descubrimiento del nuevo representante de una Institución en la que creo, con más o menos diferencias.

El día después se trata de leer y escuchar una larga lista de posturas encontradas. La mayoría con un tinte político que, últimamente, parece ser condición para todos los temas, incluso para hablar abiertamente de enfermedades y muertes. No tenemos límites.

Ahora, tranquila, entiendo un poco más todo. Al mismo tiempo no entiendo.

Yo puedo ser Católica Apostólica Romana, porque puedo. Vos podés no serlo. Podés no creer en lo mismo que yo. Podés creer en la vida extraterrestre, en la reencarnación, en la ciencia, en los líderes políticos. Podés creer en lo que sientas y ¿por qué va a estar mal?.

La religión es tan íntima, profunda y respetable que merece un cuidado y un sutil trato humano. Las finalidades de las creencias son variadas, podemos necesitar  encontrar motivos, justificar la vida, justificar el dolor, hallar plenitud, saciar vacíos. Cada uno lo  encontrará dónde su camino lo guíe.

La repercusión de la noticia del Papa Francisco I fue Universal por el peso de una Institución poderosa e histórica, fue noticia más allá de Bergoglio, más allá de Argentina. Somos tan excéntricos que lo hicimos propio, somos tan limitados que nos creemos intelectuales, somos tan mal educados que nos pensamos rebeldes, somos tan hipócritas que creemos que los errores siempre son de otros, somos tan vivos que pensamos que podemos arrojar la primera piedra. (Evangelio - Juan 8,1-11)

PREFIERO DEDICARME A PENSAR QUE HAY UNA NUEVA PERSONA QUE HA SIDO BENDECIDA PARA LLEVAR LA PALABRA DE PAZ Y LUZ AL PUEBLO MUNDIAL, UNA NUEVA VOZ QUE LUCHE POR LA DISMINUCIÓN DE LA POBREZA, QUE ENTIENDA EL HAMBRE, QUE DIALOGUE CON EL ENFERMO, QUE LE DE UNA MANO AL DESAHUCIADO. QUIERO CREER EN UN NUEVO PROTAGONISTA DE LA HISTORIA MUNDIAL QUE PUEDA COLABORAR PARA FRENAR GUERRAS, QUE INTERVENGA EN LAS TAREAS HUMANITARIAS QUE MÁS SANARÁN, QUE PONDERE LA DIGNIDAD MÁS ALLÁ DE CREDOS. PREFIERO IMAGINARME UN ABRAZO FRATERNO Y UNIVERSAL QUE NOS FRENE UN POCO, NOS SAQUE DE LA LOCURA COTIDIANA DE LA OMNIPRESENCIA Y EL EGOÍSMO. PREFIERO PENSAR QUE NUESTRO PAPA NO ES ARGENTINO, ES UN HOMBRE QUE HA SIDO BENDECIDO CON EL MAYOR HONOR DE TODOS: EL DE TENER LA POSIBILIDAD DE SANAR UN POCO MÁS AL MUNDO.