Más de 10 personas frente al televisor, en medio de la
jornada laboral, entre risas y chistes, seguíamos la definición del Cónclave
con entusiasmo e interés. Cinco horas después, sola, me pregunté: ¿por qué?
Cuando dos amigas descubrieron la palabra Bergoglio en medio
de palabras que no entendíamos, algo sucedió en todos, algunos se lo tomaron
como una victoria frente a un Brasil que nos lleva la delantera en casi todo
(pero no lo queremos admitir), otros se fueron a escribir ingeniosas
resoluciones en 140 caracteres, algunos enfatizaron su ironía política. Para mí
fue el descubrimiento del nuevo representante de una Institución en la que
creo, con más o menos diferencias.
El día después se trata de leer y escuchar una larga lista
de posturas encontradas. La mayoría con un tinte político que, últimamente,
parece ser condición para todos los temas, incluso para hablar abiertamente de enfermedades
y muertes. No tenemos límites.
Ahora, tranquila, entiendo un poco más todo. Al mismo tiempo
no entiendo.
Yo puedo ser Católica Apostólica Romana, porque puedo. Vos
podés no serlo. Podés no creer en lo mismo que yo. Podés creer en la vida
extraterrestre, en la reencarnación, en la ciencia, en los líderes políticos.
Podés creer en lo que sientas y ¿por qué va a estar mal?.
La religión es tan íntima, profunda y respetable que merece
un cuidado y un sutil trato humano. Las finalidades de las creencias son
variadas, podemos necesitar encontrar
motivos, justificar la vida, justificar el dolor, hallar plenitud, saciar
vacíos. Cada uno lo encontrará dónde su
camino lo guíe.
La repercusión de la noticia del Papa Francisco I fue
Universal por el peso de una Institución poderosa e histórica, fue noticia más
allá de Bergoglio, más allá de Argentina. Somos tan excéntricos que lo hicimos
propio, somos tan limitados que nos creemos intelectuales, somos tan mal
educados que nos pensamos rebeldes, somos tan hipócritas que creemos que los
errores siempre son de otros, somos tan vivos que pensamos que podemos arrojar
la primera piedra. (Evangelio -
Juan 8,1-11)
PREFIERO DEDICARME A PENSAR QUE HAY UNA NUEVA PERSONA QUE HA
SIDO BENDECIDA PARA LLEVAR LA PALABRA DE PAZ Y LUZ AL PUEBLO MUNDIAL, UNA NUEVA
VOZ QUE LUCHE POR LA DISMINUCIÓN DE LA POBREZA, QUE ENTIENDA EL HAMBRE, QUE
DIALOGUE CON EL ENFERMO, QUE LE DE UNA MANO AL DESAHUCIADO. QUIERO CREER EN UN
NUEVO PROTAGONISTA DE LA HISTORIA MUNDIAL QUE PUEDA COLABORAR PARA FRENAR
GUERRAS, QUE INTERVENGA EN LAS TAREAS HUMANITARIAS QUE MÁS SANARÁN, QUE PONDERE
LA DIGNIDAD MÁS ALLÁ DE CREDOS. PREFIERO IMAGINARME UN ABRAZO FRATERNO Y
UNIVERSAL QUE NOS FRENE UN POCO, NOS SAQUE DE LA LOCURA COTIDIANA DE LA
OMNIPRESENCIA Y EL EGOÍSMO. PREFIERO PENSAR QUE NUESTRO PAPA NO ES ARGENTINO,
ES UN HOMBRE QUE HA SIDO BENDECIDO CON EL MAYOR HONOR DE TODOS: EL DE TENER LA
POSIBILIDAD DE SANAR UN POCO MÁS AL MUNDO.
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