jueves, 24 de diciembre de 2015

Carta a Papá Noel



Querido Papá Noel:

Lamento escribirte sólo para rogar generosidad, es que aún sigo creyendo que tu magia un poco nos sana.

Me encantaría que nos traigas un piano a pilas para musicalizar abrazos, un paraguas de colores para los que viven en la calle y un triciclo para los cansados. Siento que alegrarías a muchos tristes si llegas cargado de algodones de azúcar y con valijas de Juliana Médica aliviarías algunos dolores.

Permíteme aprovechar tu caridad y pedirte zapatos de plástico para los embarrados, globos de helio para los que jamás volaron y un cuaderno de hojas blancas para los que tienen mucho por contar. Además, un pizarrón mágico para los que no se agotan al enseñar, un libro de cuentos a los insomnes y un barco pirata a los perdidos.

Sería interesante que logres traer bombitas de agua que refresquen a los que trabajan bajo el sol, cocinitas que sacien el hambre y camiones que repartan felicidad. Me gustaría un Juego de la Oca para que aprendamos avanzar, una Carrera de Mente para culturizar y un Monopoly para entender qué tan poco ricos necesitamos ser.

Si te queda espacio en el trineo, que venga cargado de globos terráqueos para que cada uno elija su destino, botes inflables que nos permitan cruzar mares conociendo otras culturas, la saga completa de Toy Story así aprendemos el valor de la amistad, disfraces que nos hagan sólo de una raza (la humana) y muñecos de superhéroes que impidan guerras.

Un álbum de figuritas para los que buscan, Legos para fortalecer casas precarias, patinetas para los aventureros y trampolines para los arriesgados. Sería maravilloso que traigas rompecabezas que entretengan al aburrido, muñecas que charlen con los solitarios, caramelos de diversos sabores para que cada uno elija el suyo (y que lo que elija esté bien), máquinas de hacer helados para repartir en el desierto y muchos boomerangs para aprender a dar y recibir.

Gracias por la magia, es nuestro deber hacerla realidad. 

En todo juguete, en todo juego, se vive la verdad.

Agus

PD: no lo digas, pero yo te he visto volar.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Piedra libre a la inocencia


Con Francisca jugamos a las escondidas cada vez que nos vemos. Su ansiedad y entusiasmo me contagian la increíble necesidad de jugar. 

Al preguntar quién cuenta primero, siempre elige ser ella. Se pone contra la pared y se transforma en una espía profesional mientras yo busco un lugar incómodo para ocultarme. Cuenta claramente hasta diez y sale a buscarme mientras grita: “Tía Agus”. Aguardo con rotundo silencio impidiendo que la risa me delate. Cuando está cerca comienzo a hacer ruidos para facilitar el desenlace y logro sorprenderla para que estalle de nervios y risas. Inmediatamente dice: “Fran, Fran”, me saca de donde estoy y se “esconde” en el mismo lugar elegido por mí. Voy hacia la pared a contar hasta diez y grito con esmero “¡Salgo!”.  Comienzo a buscarla y a los segundos pregunto en voz alta dónde estará Fran. Y ella, sin dudar un segundo, grita “Acá” y aclama ser descubierta.

¡Vaya magia la de la inocencia del niño!  

Para jugar no necesita entender todas las reglas, se ríe del contrincante y le grita “piedra libre” a la astucia adulta. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Bloqueada



Hace unos meses descubrí que nuestra Presidenta, sí, NUESTRA, me había bloqueado en Twitter. Por un momento me creí importante pero tengo pocos seguidores y escasa repercusión. Luego dudé de las causas, jamás escribí agravios ni insultos, de hecho jamás le falté el respeto. Sin embargo, al final, no me sorprendió.



Ese bloqueo, pequeño e innecesario, habla más de ellos que de mí.



Este Gobierno nos bloquea. Escucha sólo elogios, silencia la crítica.



Veamos.



Si van a jactarse de hacer Justicia Social bajo el principio peronista, es confuso ver niños que lloran de hambre. Nada más primario, nada más básico, nada más justo.



Si se alaban a sí mismos con cantos de libertad de expresión, no echen ni espíen a periodistas que se animan a contradecirlos.



Si van a crear Centros Culturales con el nombre del ex Presidente, tengan en cuenta, por ejemplo, que Argentina ha parido a uno de los más reconocidos y codiciados escritores de la Historia Universal: Jorge Luis Borges.



Si van a aplaudir los triunfos de Venezuela, avalan tener presos políticos.



Si levantan las banderas de la igualdad cubana, quiero creer que han recorrido las calles pobres de la Habana, oyeron los pedidos de su gente y contemplaron su miseria.



Si van a generar antipatía con las grandes corporaciones y marcas internacionales, no manejen autos importados ni compren carteras francesas.



Si son nacionalistas no inviertan en casas de Miami y cierren sus cuentas bancarias en Suiza.



Si van a glorificarse por sus logros en Derechos Humanos, cuenten pobre por pobre, expliquen la falta de importación de medicamentos y encuentren a las adolescentes “robadas” para trata.



Si van a crucificar el “voto útil” de los demás, expliquen su voto al candidato oficial que tanto criticaron.



Si van a sonreír al hablar de cultura, regalen más libros, fomenten la cultura del trabajo y reconozcan la grandeza de los artistas que piensan distinto.



Si van a dar cátedra de justicia, terminen con el juego de ajedrez entre jueces y fiscales.



Si van a criticar a Sarmiento a través de un dibujo animado en Paka Paka, recorran escuelas públicas, controlen el uso de las computadoras que regalaron y detallen cuántas maestras ya no aman sus aulas.



Si van a acusar de corrupción a un opositor, limpien sus departamentos, sus hoteles, sus papeles, sus quintas, sus declaraciones juradas, sus inversiones y a sus amigos.



Si van a agraviar a empresarios y millonarios, dejen de comprar empresas y adueñarse de tierras.



Si van a enfatizar sobre la privatización de las empresas, recuérdenos quiénes la apoyaron y aplaudieron antes.



Si van a seguir midiendo todo por izquierda o derecha, entreguen las brújulas de su modelo.



Si van a denostar a los opositores por el conocimiento del territorio argentino, aterricen sus helicópteros y aviones.



Si van a apostar por la industria nacional, eliminen retenciones a los que producen el país.



Si van a hacerse eco de la lucha contra el terrorismo, aclaren AMIA.



Si van a citar al Papa, confiesen la sordera mientras era Bergoglio.



Si van a gobernar con “fe, esperanza y deporte”, además, recuerden impedir que entre droga y hacer cumplir condenas.



Si van a crear centros de atención médica, recuerden llenarlos de insumos y personal para que funcionen luego de la foto.



Si van a hacer Cadenas Nacionales para inaugurar un monumento, agreguen alguna para explicar el fraude tucumano y la inundación de la provincia de Buenos Aires.



Si van a armar una batalla contra un monopolio de medios, dejen de comprar medios.



Si van a criticar al millonario que se dedicó a la política, no se hagan millonarios con la política.





Jamás deberíamos glorificarnos a nosotros mismos bajo la imparcialidad de la verdad. Principalmente porque toda mitad de verdad sugiere mitad de mentira. Abraham Lincoln dijo: “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.



Este Gobierno no has bloqueado porque se ha adueñado de una ficción que ha sabido narrar. Ha vestido su gran virtud del mayor de sus defectos.



Quien no puede transformar la realidad cuenta con sólo una salida: crear la propia.



Sin ir más lejos, es pura ironía que un slogan tan directo, tan desafiante e inclusivo como el de “para todos y todas” haya hecho mal el cálculo y a algunos no nos cuente.



Es mágico cómo el sordo relato nos ha ido bloqueando.



martes, 8 de septiembre de 2015

La pequeñez de la caja

Aquel pañuelo que retiene un perfume que ya no usas y un libro con una dedicatoria de alguien que ya no frecuentas. La calle de tierra cubierta por asfalto, un mazo incompleto de cartas españolas, un cassette con la cinta desarmada. El olor de la salsa casera, el ruido de las galletitas en lata y la textura del ovillo de lana.


El tren de los domingos por la tarde, el barrilete que voló el viento y el sabor original de la mermelada casera. El pan del pueblo en la madrugada, el oso de peluche abandonado, los árboles que crecieron y que, alguna vez, apenas te escondieron. Un cuaderno donde el lápiz casi no se lee, crayones sucios y gomas de borrar usadas.


La pelota ahora desinflada, el mate cocido, los ídolos que ya son desconocidos. Los collares de fideos de colores, la remera que conservas, la canción que te dedicaron en la radio. El timbre de una voz que ya no escuchas, el sodero de las mañanas y el pasto comido por camellos. Una estrella a la que ya no le imploras, un par de velas derretidas en noches de tormenta y el húmedo aroma al terminar la lluvia.

El hombre de la bolsa que jamás conociste, los raspones de las travesuras y el subibaja al que ya no subes, del que ya no bajas. Las piedras de la plaza, los rastros en la canilla de las bombitas de agua y los vecinos de al lado que ahora viven lejos. Los tapiales que cruzaste, los patios que invadiste y los pozos que tapaste.

Los disfraces que te regalaron aplausos y la poesía recitada sin vergüenza. La entrada a un famoso museo, los rastros de brillantina sobre cartón y el engrudo con el que todo uniste. 

El riego de atardeceres de verano, el cuento que te durmió por las noches, los libros con hojas manchadas. El truco de magia que no necesitaste entender, la tarde de circo y el dulzor de un chupetín. Un par de zapatillas embarradas, la máquina de coser y las pinturas de “mentiritas” que aún conservas.

Una taza que te quedó chica para el café, la muñeca que sobrevive al tiempo y aquel poema que leíste por primera vez. Galletas de avena recién horneadas, leyendas urbanas que aún crees y la luz mala que te ha dejado de perseguir. El piano que no dejó de sonar en tus oídos, algún canto de pájaro que invadió tus siestas y aquella última torta de cumpleaños compartida.

El silbido de un grillo, la canción de la tortuga y la valija con la que te vieron partir

Tus manos coloreadas por tizas de colores, un papel adornado con acuarelas y tu nombre escrito con trazos difusos. La flor marchitada que vive entre páginas, los dados que te enseñaron el azar y los amigos imaginarios con los que aprendiste a hablar. Un reloj inmóvil que habita en un cajón, un anillo de plástico y una carta en papel que inmortaliza sus letras. 

La magia de la nostalgia reside en su simpleza.

¿Acaso no es tan simple como una pequeña caja colmada de viejos botones?

viernes, 14 de agosto de 2015

Hoy mis botas están secas


Hoy tengo mis botas secas, las agarré esta mañana para ir a trabajar a primera hora de la mañana. Caminé sin embarrarme y tomé café caliente en un fiel día de invierno. Sin embargo, pasó algo extraño, me sentí privilegiada tan sólo porque no estaban mojadas.

Pensé en lo que escuché anoche sobre las inundaciones que afectan a parte del país. "No tenemos historias ni recuerdos" decía una señora refiriéndose a su vivienda tapada por agua. Esa mujer tenía sus ojos – paradójicamente - empapados de impotencia. Esos ojos no hablaban de cepo, impuestos, retenciones, partidos políticos, subsidios o planes sociales. Esos ojos eran pura indignación, sufrimiento y cansancio. Cansancio. Cansancio.

Sabemos que toda catástrofe tiene disfraz político porque se miden en victorias y derrotas. Los verdaderos derrotados están en otro lado, ocultos. Son los que sufren hipotermia, los que pierden casas, los que despiertan a sus hijos a la madrugada entre juguetes que flotan, los que reciben comida que no saben dónde cocinar, los que ven el deterioro de lo logrado con trabajo y esfuerzo, los que no duermen por cuidar lo poco que les queda. Esos, lejanos y cercanos, son los olvidados.

Basta. Hay que empezar a hacerse cargo del llanto ajeno.

Dicen que los argentinos somos solidarios. ¿De qué nacionalidad son los que gobiernan?
Yo conozco personas que sin recursos, con poco tiempo y con mucho espíritu voluntario, cuidan niños en Guarda Judicial, enseñan a cantar a hospedados en casas de refugio de hombres de la calle y acompañan a personas que se sienten solos en sus últimos años de vida. Esas personas pagan impuestos, trabajan y estudian. Esos son los pilares por los que se mantienen dignidades. Ellos tienen la capacidad y la condición de la generosidad.

A los voluntarios y donantes jamás se los debería cargar con el peso de la culpa, obligación y responsabilidad.

Los verdaderos responsables son sordos cuando el sonido no les gusta y ciegos cuando la luz los encandila. Cobran más que nosotros, tienen privilegios en la justicia y viajan a su trabajo en helicóptero. Esos, los cansados por hacer campaña, anoche durmieron calentitos en su cama.

Y las excusas suelen ser descargos de responsabilidades. Todo es culpa de otro, porque seremos muy solidarios como argentinos pero tenemos la peor de las faltas: humildad. ¡Reconocer errores puede salvar vidas muchachos!

Repito: hay que empezar a hacerse cargo del llanto ajeno.

“La corrupción mata”, resumen de la realidad, sin necesidad de poesía ni demagogia, de Débora Plager. Síntesis del dolor de los que siempre pierden. Frase que contextualiza la irresponsabilidad de los elegidos por el voto popular y republicano. Concretas palabras de la puja constante entre el poder y las víctimas.

Y tiene razón. La corrupción es una epidemia que deja madres con dolores incurables, le quita remedios al anciano y resta platos de comida en hogares precarios. La corrupción disminuye libros en las escuelas y se viste de gala frente al descalzo. La corrupción ahoga niños, droga adolescentes, apuñala caminantes y viola mujeres. Porque lo que la corrupción oculta y se lleva, en todos esos momentos, falta.

Es tiempo de escribir los libros de historia que se editarán en cincuenta años. Tienen la gran oportunidad de ser aplaudidos. No entiendo cómo las energías se disipan y no se pelean por ser el héroe de esas páginas. A los políticos con ánimos renovados, los que verdaderamente quieran ser héroes, mi voto, mi respeto, mi apoyo y la oportunidad de demostrarlo. A los demás, basta.
 A los demás, basta.

Y a ti, poder, seductora palabra, espero que alguna vez tu verbo le gane a tu sustantivo.

Para ello, antes de votar es imprescindible preguntarse: ¿Cuán secas quiero que estén mis botas?

miércoles, 5 de agosto de 2015

Hambriento

Por vigésima cuarta vez había leído “Funes el memorioso” y en él me quedé pensando mientras caminaba de vuelta a casa bajo el tibio sol de invierno. De repente, una fuerza ajena me sorprendió de atrás y quiso adueñarse de mi cartera. Logró su cometido con un profesionalismo exitoso. El joven salió corriendo y con bronca grité:

-        Flaco, ¿por qué no me robás el libro?

Se dio vuelta mientras huía y sonriendo respondió:

-        No señorita, tanto hambre no tengo. 

lunes, 20 de julio de 2015

Hoy el homenaje es a:







Los Bioy Casares que leen con cariño a los ciegos Borges.


Los Robbie que ayudan a los Batman a ser héroes.


Las Thelmas que jamás abandonan a las Louises.


Los Chandler que le pagan las cuentas a los Joeys.


Los Watson que confían en las locuras de los Sherlocks.


Los Masches que arengan a los Messis.


Los Elliots que aceptan la diferencia de los ETs.


Los Lennon que crean con los McCartneys.


Los San Martín que persiguen los mismos sueños de los Bolívars.


Los Burros que molestan a los Shreks.


Los Churchills que se unen a los Roosevelts.


Los Jungs que complementan a los Freuds.


Los Jerrys que entretienen a los Toms.


Los Woody que toman mayor fuerza con sus Buzz.


Los Jordans que, a pesar de su grandeza, siguen necesitando a los Pippens.


Los Forest Gumps que honran a sus Bubbas.






Porque las historias sin ellos jamás tendrán el mismo sentido.






martes, 7 de julio de 2015

El “mal de la chinche verde”


Ignacio sufre una enfermedad diagnosticada como el “mal de la chinche verde”. Hace doce años que separa la lechuga del tomate en los asados y ha regalado el helecho que tanto cuidaba en su balcón. Dejó de tomar mate una mañana fría de Julio, compra zanahorias y calabazas por sobre cualquier otra verdura, no entiende a quienes comen palta y no soporta el olor del perejil. A la novia de Ignacio le ha desaparecido una campera verde musgo y a su madre la ha demandado por excesivo uso de orégano en la salsa bolognesa. El mayor brote de la enfermedad lo ha demostrado hace cuatro años cuando en su taza de café con leche se posó una chinche verde. Cuentan los testigos que luchó contra la chinche con vehemencia y bronca hasta que logró arrojarla por la ventana.

Ignacio lleva ocho años sin hablar con su tío Hugo, un campesino que pasa sus días entre tractores y soja. Los médicos han detectado nuevos síntomas en otros pacientes y el caso de estudio ha sido publicado por los diarios más importantes del mundo. Sin embargo, Ignacio no ha respondido ningún comentario ya que no acepta su enfermedad. Cuando su mejor amigo le propuso hacerse tratar, le lanzó un puñado de acelga por la cabeza y luego se la hizo tirar.


El “mal de la chinche verde” es considerado un hecho histórico en el país y en últimas declaraciones, uno de los especialistas afirmó: “Esta es una enfermedad de alto índice de contagio y peligrosa para las próximas generaciones. Su mayor amenaza reside en la intolerancia”.  

viernes, 15 de mayo de 2015

Los sin capa

El héroe no teme la adversidad. El héroe se para al frente. El héroe impide el sufrimiento del más débil.

Creo en la necesidad inminente de héroes cotidianos. De esos adaptados que no sólo creen en la justicia y luchan por ella, también conocen las reglas del juego y las respetan. De los que se despiertan y se van a trabajar. De esos héroes. De los grandes. De la mujer que cuida niños, del panadero que se despierta a las cuatro de la mañana, del colectivero que no pasa semáforos en rojo, de los ingenieros que piensan soluciones, de los médicos que sanan felices, de las maestras que se manchan las manos con tiza, de las enfermeras que acarician al anciano, de los estudiantes que no comen por estudiar. Grandes héroes.  

Necesitamos más grandes héroes. ¿Por qué? Porque el héroe no daña.

Y hoy, esos héroes están, calladitos y limpios. Pero empañados por los otros, por los inadaptados que sí dañan.

Dañan la pasión de una hinchada. Dañan la inocencia de una niña. Dañan la alegría de un recital. Dañan el amor de una madre. Dañan la dignidad de un laburante. Dañan la verdad de la justicia. Dañan la tranquilidad de una familia. Dañan la sonrisa de un niño.

Y el daño no es político, no es partidario, no es de banderas ni colores. El daño es universal.

El inadaptado social es una vergüenza en sí mismo. Transgrede porque no le interesan las reglas. Transgrede porque no le han enseñado o no ha aprendido a reconocer al otro como par. Transgrede porque la autoridad es corrompida. Transgrede porque no conoce otra forma de lograr lo que desea. Transgrede porque alguien lo permite. Transgrede porque lo malo no se paga. Transgrede porque las fronteras de las justicias son difusas.

El inadaptado es capaz de creer en su viveza y sumar mérito por ello.

No sé ustedes. Yo estoy bastante cansada de los “vivos”. Nos afecta y envenena.  Nos lastima.

Aquí estamos, parados hinchada contra hinchada, agrediéndonos porque nos sale bien. Aquí estamos, demostrando que no podemos controlar la seguridad de un estadio. Aquí estamos, seduciendo a los titulares del mundo con noticias poco felices. Aquí estamos, permitiendo que el inadaptado sea emblema. Aquí estamos, una vez más.

A mí no me da vergüenza ser hincha de Boca. A mí no me da vergüenza ser argentina.  A mí me da pena y bronca que esto nos defina.

Porque ante todo, yo añoro aquella época en la que todos queríamos ser el héroe de cada juego.


miércoles, 18 de marzo de 2015

Escondida


Cubrí algo de mis arrugas con base, perdí la cicatriz que una rosa me había pintado en la mejilla izquierda. Empolvé mis cachetes coloreando mi tez blanca de un sol al que no me había expuesto. Las sombras se dividían en colores cálidos y fríos. Los oscuros me simpatizaban pero era verano y usarlos simulaba un atentado social. Esfumé sobre mis párpados un color crema, insulso y hasta algo desdichado. Arriba de él, en menos cantidad y con mayor calma, pinté un dorado que disfrazaba mis ojos celestes. Los labios sedujeron a un labial con brillo vistiéndolos más apuestos. Mis pestañas largas se sumergieron en un baño de rímel. Un delicado peinado en detalle, equilibrio y pulso. Culminé y parpadeé cuidadosamente, miré al espejo en busca de imperfecciones, algún rastro malogrado o gotas negras improvisadas.

Mis manos se relajaron y sonreí como un cumplido. Me recosté y cerré los ojos.


Desperté al día siguiente, aun esperando que el rímel no evidencie la fuerza inminente de mi vívido lagrimal.

viernes, 20 de febrero de 2015

Silencioso laberinto

No había oído la alarma del despertador, ni podía escuchar el cepillo sobre mis dientes. Abrí la persiana, sólo vi rayos de luz que lentamente reflejaban mi cama. No oí los ruidos de la mañana sobre la ciudad, las bocinas, las frenadas de autos, la descarga de la obra en construcción. La ebullición de la pava sobre el fuego y el quiebre de la taza que cayó al piso eran una escena muda.

Corrí a poner música, elegí uno de mis temas preferidos, subí el volumen y no pude escucharlo. Los segundos pasaban, los cables estaban correctamente enchufados, nada. Mi desesperación hizo que tirase libros de mi biblioteca, los vi caer, uno a uno golpear las hojas contra el suelo, no pude oír. Lo intenté con dos jarrones de cerámica y hasta lancé un cuadro a la pared.

No escuché el goteo de la canilla que perdía, ni los aplausos que probé, ni las palabras que grité. Un absoluto silencio me arrinconaba en un laberinto desesperante. Me resigné arrodillada frente al sillón, grité una vez más, lloré lágrimas que desconocía. Pensé en mi locura, en mi propia pérdida. Y, sólo por un momento, me enamoré de la resignación y del olvido.

De repente, oí el susurro de una voz ajena. Pero, aún arrodillada y con mis manos temblando, no dudé en cubrirme los oídos.


martes, 3 de febrero de 2015

Sepia



Hoy me sentaría sobre tierra húmeda a construir castillos. Luego correría debajo de la lluvia mojando mis botas amarillas. Miraría cómo se esconden los grillos sin callarse y buscaría caracoles que no pueden escapar de las hojas. Llevaría un piloto embarrado de tanto juego en los charcos. Entraría a la cocina dejando huellas en el piso y bebería chocolate caliente en aquella taza que solía ser más grande que mi mano.

jueves, 22 de enero de 2015

Raramente normal



No es una cuestión de religiones, de fe ni pensamientos metafísicos. Ya no creemos ni en los hechos fácticos. No creemos en las casualidades sociales ni en la rectificación de la ciencia, no creemos en los veredictos judiciales ni en la culpabilidad del que queremos libre. No le creemos ni al marido fiel ni a las cervezas sin alcohol ni a las gaseosas sin azúcar.

No creemos por cansancio y por resignación. En esta comedia dramática las muertes son sólo parte de un misterio que a alguien le causa gracia. No podemos creer porque sabemos que detrás de escena hay maquilladores que cubren arrugas.

Ya no es una cuestión partidaria, ahora es contagiosa y dañina. Una situación que nos desprotege como ciudadanos, nos empuja al desamparo y nos murmura nuevamente: la verdad estará siempre en duda.

Puede haber un vicepresidente burlándose al costado del sillón de Rivadavia. ¡Pobre Rivadavia, los pesos que ha tenido que soportar!

Puede existir una red de tratas. Degenerados sobran y no alcanzan los adjetivos para esa sobra.

Puede desaparecer cualquier persona, no importa su cargo, su edad, su profesión o su nombre. Todo mafioso consigue un mago con nuevos trucos.

Pueden archivarse casos judiciales, hasta se pueden perder u olvidar. Tenemos personal de limpieza muy profesional y con buenas propinas.

Se puede inundar La Plata, quemar las Sierras Cordobesas y cortar la luz durante semanas. Nuestro fuerte no es la prevención, no podemos ser fuertes en todo.

Se puede morir de hambre Néstor en el Chaco. Los responsables son personas con un Smartphone difícil de importar que no tiene suficiente señal para comunicarse con el norte.

Se puede robar en la calle, en las casas, en los edificios, en los comercios. Somos un país solidario y lo que es de uno debería ser de todos.

Puede un anciano vivir de su jubilación. Hace falta un Máster en proyección financiera y administración de recursos básicos.

Se puede comprar y vender droga, de la “buena” y de la “barata”, por gramos o por kilos. Quizá todo es una fábula, no es tan peligrosa y a la droga le hicieron mala fama.

Parece todo creado por un George Orwell resucitado que escribe en sus noches mientras bebe un vermut.

Ay! Qué belleza eso de lo raramente normal!

Todo se puede. Incluso determinar que una muerte que moviliza al país es sólo una cuestión de carátula y no de fondo. Que seamos un país enfrentado por los que quieren “suicidio” y los que quieren “homicidio”, actuando como barras bravas del destino ajeno.

Todo se puede. Incluso leer un comunicado con pobreza gramatical de nuestra legítima Presidenta y publicada en una red social de escasa seriedad.

Todo se puede. Incluso desviar la atención de un atentado gravísimo de la historia nacional e internacional. Desmoralizar víctimas y encubrir culpables.

Todo se puede. Incluso pensar en la hegemonía de los intereses republicanos. Creer que el poder tiene límites, es previsible y manejable.

Todo se puede.

Hasta podemos creer que volveremos a olvidar y la amnesia colectiva nos dejará justo allí, en el mismo lugar donde alguna vez lo raro no fue tan normal.