miércoles, 16 de diciembre de 2015

Piedra libre a la inocencia


Con Francisca jugamos a las escondidas cada vez que nos vemos. Su ansiedad y entusiasmo me contagian la increíble necesidad de jugar. 

Al preguntar quién cuenta primero, siempre elige ser ella. Se pone contra la pared y se transforma en una espía profesional mientras yo busco un lugar incómodo para ocultarme. Cuenta claramente hasta diez y sale a buscarme mientras grita: “Tía Agus”. Aguardo con rotundo silencio impidiendo que la risa me delate. Cuando está cerca comienzo a hacer ruidos para facilitar el desenlace y logro sorprenderla para que estalle de nervios y risas. Inmediatamente dice: “Fran, Fran”, me saca de donde estoy y se “esconde” en el mismo lugar elegido por mí. Voy hacia la pared a contar hasta diez y grito con esmero “¡Salgo!”.  Comienzo a buscarla y a los segundos pregunto en voz alta dónde estará Fran. Y ella, sin dudar un segundo, grita “Acá” y aclama ser descubierta.

¡Vaya magia la de la inocencia del niño!  

Para jugar no necesita entender todas las reglas, se ríe del contrincante y le grita “piedra libre” a la astucia adulta. 

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