martes, 23 de julio de 2019

Se han ido



Ya nada tengo para escribir.


He perdido las estrofas que limpiaban mis pecados.


Fugado está el verbo que domina ansiedades.


Él se ha ido con valijas sin retorno, sin “quizás”.


Ya nada tengo para escribir.


Se han ahogado las sábanas,


transpiradas e ilusas.


Usurpadas por extraños,


las letras de tu nombre


son de otras plumas, otras tintas, otros pulsos.


Las calles de tierra se han cubierto de ciudad.


Todo en vano. Todo callado, vacío.


Probé adjetivos ajenos,


otros que, en lápiz desteñido, ya no se leen


Y todos se niegan.


Se niegan como el niño a abandonar el columpio sorprendido por el anochecer.


Busqué en el abecedario otras letras,


una cita, un encuentro, una verdad.


Ya nada tengo para escribir.


La estación está vacía,


el tren es sólo de domingos.


Mis calcetines no tienen ovillos, no tienen abuela.


Hasta el aljibe se ha secado,


Quizá fue allí donde me he vuelto fugaz.


Me despojo de historias y poetas,


de soñadores y asesinos,


de poesías, leyendas y héroes.


Me despojo de amantes, solitarios y ruidosos.


Me despojo de la rima,


la música, los labios y los besos.


Ha vencido el silencio y


caigo ante lo que no podrá ser escrito.


Pues me han dicho que las palabras ya no existen


Y, sin ellas, no soy.