lunes, 10 de febrero de 2014

Sanarnos siendo niños


Cuidar a los niños es protegerlos del presente, no del futuro. La niñez es la muestra más sencilla y transparente de la inocencia con la que pensamos el mundo. Cuando somos niños tenemos todo por descubrir. Nos sentimos útiles y poderosos.

Allí, las casitas y las muñecas son familia. Allí, empujar un camión es recorrer largas rutas. Allí, un papel blanco es un gran lienzo. Allí, los animales hablan. Allí, un plato de comida es felicidad. Allí, una toalla en la espalda nos alcanza para ser héroes.

La cercanía con los niños nos enseña mucho de lo que ya olvidamos. Aprendemos a ver el mundo desde abajo, con una mirada que se deja sorprender, con oídos dispuestos a escuchar algo distinto. En la niñez los escondites son señal de aventura y no de soledad. Para el niño, el orgullo es atarse solo los cordones y las sonrisas son efectos de haberlo logrado. Cuando somos niños la música se crea con una lata. Allí, la imaginación no necesita de psicólogos, sólo de soñadores.

Estar cerca de los niños es estar cerca de la esperanza porque todo está por venir. Ellos son guionistas creando diálogos con osos de peluche. Para ellos, nuestros brazos son refugios y el cielo es alcanzable. Los niños no son conscientes de la esclavitud, para ellos una bicicleta es libertad. Cuando somos niños la comodidad es un piso donde sentarse, la gloria es un patio donde poder correr y perder es la oportunidad de cambiar de juego.  

Allí, las penitencias son un llanto pasajero y la franqueza no se mide en palabras.

Proteger a los niños es alimentarlos de un mundo alejado de la adultez vacía. Es enseñarles que el reto no sugiere culpa, sólo exige aprendizaje. Es mostrarles que un dibujo animado nos puede distraer del mundo. Proteger a los niños es enseñarles que un libro no se rompe y que para hacer un trencito necesita de otros niños. Protegerlos es bailar coreografías y sanar sus heridas con un soplo.

No se necesitan grandes acciones para curar sus vacíos, sólo basta con un cuento. No se necesita regalarles caramelos para ganar su cariño, sólo basta con darles “besos de verdad”. No se necesita mayor inteligencia para explicarles dónde está Dios, sólo basta con señalar corazones.

A veces necesitamos mirar hacia atrás y vernos siendo niños. Quizá así logremos perder algunos miedos, nos invitemos a descubrir nuevos juegos y nos dejemos sorprender por lo desconocido. Quizá nos alimentemos un poco más de franquezas, tengamos mayores esperanzas y veamos que en ellos no hay futuros adultos, hay un destino que merece una oportunidad. Quizá nos veamos débiles y pequeños pero significantes. Quizá logremos sentir las miles de manos que nos quieren alzar y nos reconozcamos con una sonrisa frente al espejo. Quizá valoremos la sencillez y no nos dejemos atrapar tanto por la realidad.

Tal vez necesitemos que ellos nos protejan a nosotros, nos espanten los monstruos y nos exijan paz.


Quizá cuidar niños sea una hermosa forma de cuidarnos. Quizá son ellos quienes nos podrán sanar de algo, de mucho, de todo.