Por vigésima cuarta vez había
leído “Funes el memorioso” y en él me quedé pensando mientras caminaba de
vuelta a casa bajo el tibio sol de invierno. De repente, una fuerza ajena me
sorprendió de atrás y quiso adueñarse de mi cartera. Logró su cometido con un profesionalismo
exitoso. El joven salió corriendo y con bronca grité:
-
Flaco, ¿por qué no me robás el libro?
Se dio vuelta mientras huía y sonriendo
respondió:
-
No señorita, tanto hambre no tengo.
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