A las 7 de la mañana sonó el despertador. Bajo las sábanas azules había un solitario despertar. La mañana de invierno no permitía que él quisiera salir de la cama pero sabía que el encuentro estaba destinado a ser.
A las 7.15 de la mañana suena el despertador. Bajo las sábanas blancas había un solitario despertar. La mañana de invierno la dejaba con ansias de salir de la cama e ir al encuentro destinado a ser.
La cafetería abría temprano, se horneaban las medialunas que aromatizaban la cuadra y los granos de café alimentaban una calurosa estadía. Se oía versión en vivo de "Blackbird" por Eddie Vedder.
Él llegó despacio, con una leve sonrisa saludó al cafetero, se sentó en la última mesa, tomó el diario del día y miró el reloj. Faltaban 15 minutos para las 8 de la mañana. Abrió la sección Deportes y leyó atentamente mientras se acercaba el mozo y le preguntaba:
- Buen día señor, ¿qué va a tomar?
- Por ahora un expreso, espero a alguien. – respondió con timidez.
Ella se había tomado un taxi. Vestía botas negras, un jean gastado, un suéter gris y una bufanda verde que emparejaba con sus ojos. El taxista la miró por el espejo retrovisor y preguntó dónde iba, ella respondió agitaba:
- A la cafetería de Duarte Quirós 53. Si me disculpa, intente ir por el camino más corto y rápido, porque estoy llegando un poco tarde.
La cafetería comenzaba a llenarse, él ya no estaba solo, aunque la mesa se sentía vacía. Tomó la taza de su café espumoso, puso dos de azúcar como acostumbraba a beber, el humo hacía desvanecer el invierno y permitir un suave sabor humeante. Miró el reloj. Faltaban 2 minutos para las 8 de la mañana.
El taxista escuchaba las noticias atentamente. Ella miraba por la ventana, los comercios aún estaban cerrados, los chicos corrían con sus mochilas hacia el colegio y el cielo se vislumbraba gris. Suspiró cuando estaba cerca, a una cuadra decidió bajarse.
- ¿Cuánto es? - preguntó mientras buscaba su billetes en su pantalón.
- $28,50 señorita.
- Quédese con el vuelto. – dijo ella mientras entregaba $30 arrugados.
La sección Deportes estaba en la misma página en la que se había abierto. El café se había terminado. En la mesa de al lado había un muchacho joven que leía sus apuntes universitarios con lápiz en mano. Sonaba de fondo ''Sweet Pea'' de Amos Lee y él volvió a mirar el reloj. Habían pasado 10 minutos de las 8 de la mañana.
Ella caminaba apurada, el viento bailaba con su bufanda. A unos metros de la cafetería, frenó su impulso, una gota calló sobre su rostro, comenzaba a llover. Abrió la puerta lentamente, limpió sus botas en la alfombra de Bienvenida y entró sin llamar la atención.
La música se silenció por tres segundos hasta que una suave melodía de Bon Iver inmortalizó el momento.
Él la vio esquivando un par de mesas. Sonrió y respiró tranquilo.
Ella lo vio sentado junto a una taza recién manchada de café ardiente. Sonrió y respiró tranquila.
Dejó su cartera sobre la silla enfrentada a él. Él corrió el diario hacia su derecha.
Se miraron por eternos tres segundos.
- ¿Qué vas a tomar? – él preguntó algo tímido y nervioso.
- Un cortado está bien.
Se miraron por eternos tres segundos.
- ¿Cómo estás?
- Bien. Perdón que me retrasé unos minutos. – contestó invadida de simpatía -. ¿Vos como estás?
- Bien. Algo nervioso.
Se miraron por eternos tres segundos.
El mozo se acercó lentamente hacia la mesa.
- Un cortado para ella y para mí otro igual. – dijo él señalando el expreso vacío.
Se miraron por eternos tres segundos.
- ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó ella.
Él miró el reloj. Habían pasado 15 minutos de las 8 de la mañana. Y respondió sin dudas:
- Detenemos el reloj.
Se miraron por eternos segundos.
A las 7.15 de la mañana suena el despertador. Bajo las sábanas blancas había un solitario despertar. La mañana de invierno la dejaba con ansias de salir de la cama e ir al encuentro destinado a ser.
La cafetería abría temprano, se horneaban las medialunas que aromatizaban la cuadra y los granos de café alimentaban una calurosa estadía. Se oía versión en vivo de "Blackbird" por Eddie Vedder.
Él llegó despacio, con una leve sonrisa saludó al cafetero, se sentó en la última mesa, tomó el diario del día y miró el reloj. Faltaban 15 minutos para las 8 de la mañana. Abrió la sección Deportes y leyó atentamente mientras se acercaba el mozo y le preguntaba:
- Buen día señor, ¿qué va a tomar?
- Por ahora un expreso, espero a alguien. – respondió con timidez.
Ella se había tomado un taxi. Vestía botas negras, un jean gastado, un suéter gris y una bufanda verde que emparejaba con sus ojos. El taxista la miró por el espejo retrovisor y preguntó dónde iba, ella respondió agitaba:
- A la cafetería de Duarte Quirós 53. Si me disculpa, intente ir por el camino más corto y rápido, porque estoy llegando un poco tarde.
La cafetería comenzaba a llenarse, él ya no estaba solo, aunque la mesa se sentía vacía. Tomó la taza de su café espumoso, puso dos de azúcar como acostumbraba a beber, el humo hacía desvanecer el invierno y permitir un suave sabor humeante. Miró el reloj. Faltaban 2 minutos para las 8 de la mañana.
El taxista escuchaba las noticias atentamente. Ella miraba por la ventana, los comercios aún estaban cerrados, los chicos corrían con sus mochilas hacia el colegio y el cielo se vislumbraba gris. Suspiró cuando estaba cerca, a una cuadra decidió bajarse.
- ¿Cuánto es? - preguntó mientras buscaba su billetes en su pantalón.
- $28,50 señorita.
- Quédese con el vuelto. – dijo ella mientras entregaba $30 arrugados.
La sección Deportes estaba en la misma página en la que se había abierto. El café se había terminado. En la mesa de al lado había un muchacho joven que leía sus apuntes universitarios con lápiz en mano. Sonaba de fondo ''Sweet Pea'' de Amos Lee y él volvió a mirar el reloj. Habían pasado 10 minutos de las 8 de la mañana.
Ella caminaba apurada, el viento bailaba con su bufanda. A unos metros de la cafetería, frenó su impulso, una gota calló sobre su rostro, comenzaba a llover. Abrió la puerta lentamente, limpió sus botas en la alfombra de Bienvenida y entró sin llamar la atención.
La música se silenció por tres segundos hasta que una suave melodía de Bon Iver inmortalizó el momento.
Él la vio esquivando un par de mesas. Sonrió y respiró tranquilo.
Ella lo vio sentado junto a una taza recién manchada de café ardiente. Sonrió y respiró tranquila.
Dejó su cartera sobre la silla enfrentada a él. Él corrió el diario hacia su derecha.
Se miraron por eternos tres segundos.
- ¿Qué vas a tomar? – él preguntó algo tímido y nervioso.
- Un cortado está bien.
Se miraron por eternos tres segundos.
- ¿Cómo estás?
- Bien. Perdón que me retrasé unos minutos. – contestó invadida de simpatía -. ¿Vos como estás?
- Bien. Algo nervioso.
Se miraron por eternos tres segundos.
El mozo se acercó lentamente hacia la mesa.
- Un cortado para ella y para mí otro igual. – dijo él señalando el expreso vacío.
Se miraron por eternos tres segundos.
- ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó ella.
Él miró el reloj. Habían pasado 15 minutos de las 8 de la mañana. Y respondió sin dudas:
- Detenemos el reloj.
Se miraron por eternos segundos.
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