lunes, 14 de octubre de 2013

La más antigua de las guerras

Y seré una extraña.

Porque la apariencia ha sido seducida por la certeza.

Seré una extraña cuando la búsqueda sea la batalla más dolorosa. Cuando la guerra entre pensar y sentir se vuelva inmune. Seré una extraña al preguntarme qué es pensar si no es sentir.

Seré una extraña cuando avance sin escrúpulos, cuando el silencio me perturbe y la boca quiebre. Será esclava de intentar y volver. Será sierva de intentar y quedarme. Seré una extraña en líricas estrofas y me alzaré a la emoción pensándola posible.

Seré una extraña con manos decididas y con ojos que besan sin tocar. También seré la huida de los que temen y de la cobardía que aparenta indiferencia. Seré extraña para los extraños, seré extraña para los de acá.

¿Qué diferencia hay entre latidos y pensamientos? ¿Qué hay de aquello que la mente siente? ¿Qué  sucede con aquello que el corazón piensa?

Frente  a frente una disputa, sin armas blancas, sin fuegos ni explosiones. Una batalla de incesantes quietudes, de fervorosas inquietudes. Un debate profundo que juega y jala para ambos lados, que ejerce el poder de los grises pero no sana, no cura, no termina.

Seré una extraña pensándolo, seré una extraña emocional. Seré sensatez cuando necesite valentía, seré calma cuando necesite aventura. Seré una extraña de inconclusas decisiones, será autenticidad disfrazada de lujuria. O quizá, seré todo lo contrario. Dependerá de quién gane la batalla.

Y en aquella guerra, la más antigua de todas, la que enfrenta piel a piel al corazón con la razón, ya no seré una extraña. Me convertiré en destino, me hallaré entre sus ruinas, me levantaré entre sus glorias.

No podré obtener rédito de la victoria, ni podré debilitarme en la derrota, porque seguiré siendo la misma. Otros me llamarán extraña. En esa guerra, me llamarán guerrera.

Podré justificar cada gota de sangre derramada, algo así como cada lágrima.

Y en el momento del fin, la conquistadora se llevará grandes halagos dejando desnuda a su contrincante. Cada una elegirá con cuánta humildad vuelve a su lugar. Volverán rápidamente, porque esta extraña las volverá a batallar. Y será un nuevo día para una misma guerra.

Y miraré con firmeza, con puño cerrado, unida al sudor, y con lo que me quede de voz, gritaré mi himno final:

¡Maldita razón que paraliza corazones. Maldito corazón que enloquece razones!


Y despacio volveré a ser una nueva extraña. 

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