lunes, 6 de mayo de 2013

Sin pedir permiso


Ese mágico segundo en el que tus ojos se cierran y cualquier peligro eriza pieles, cualquier pasión permite euforia. La imaginación, ese laberinto sin límites donde vuelves a ser niño, donde ya eres grande. Esa sensación de navegar por donde jamás estuviste, por volar sin motor ni alas, esa increíble capacidad de sentirse héroe sin luchar, de ser dibujo animado en los colores que elijas.  

Algo deja de existir en el mismo momento que otra cosa nace. Es como cuando el bostezo aparece y la lucidez se va, cuando llega el silencio y el ruido se esfuma… cuando la soledad decide marcharse y la compañía es bienvenida. Ese momento, cuando el vacío recobra otros significados, se llena, te invade, te sorprende, te detesta pero te alienta. Hay un contrato firmado de por vida entre la mente y lo que no puede ser, entre aquello que sentimos y pensamos y aquello que aún no se ha construido.

La imaginación es la lucha interna por un cambio, por una locura, por una razón. Hay en ese momento una cima inalcanzable por ningún otro poder. Poder imaginar es crear mundos donde no hay vida, es ser princesas en castillos de arena, conocer París sin viajar, dialogar con Borges y escribir junto a Woody Allen. 

Imaginar es matar al inocente en un policial y enamorar a los amantes en una novela, es sumar un nuevo plantea a la Galaxia, ponerle formas a las nubes y encantar a un perdido amor.
Imaginar es estar inmersa en un espacio ficticio donde te conviertes en amo y dueño. Es un laberinto de poder. Dejas de estar donde estás, una corriente te impulsa a otros espacios y fluyes, no terminas, corres, tu rostro se acomoda a lo que tu mente dispara y vives, y mueres, y naces, y matas, y vuelas, y crees, y en algún momento frenas. La realidad te atormenta, se transforma en eso que palpas, en eso que tocas, en aquello que miras. La realidad te despierta  pero lo mágico es poder volver cuantas veces quieras… volver a imaginar sin necesidad de pedir permiso. 

jueves, 14 de marzo de 2013

Creer o reventar



Más de 10 personas frente al televisor, en medio de la jornada laboral, entre risas y chistes, seguíamos la definición del Cónclave con entusiasmo e interés. Cinco horas después, sola, me pregunté: ¿por qué?

Cuando dos amigas descubrieron la palabra Bergoglio en medio de palabras que no entendíamos, algo sucedió en todos, algunos se lo tomaron como una victoria frente a un Brasil que nos lleva la delantera en casi todo (pero no lo queremos admitir), otros se fueron a escribir ingeniosas resoluciones en 140 caracteres, algunos enfatizaron su ironía política. Para mí fue el descubrimiento del nuevo representante de una Institución en la que creo, con más o menos diferencias.

El día después se trata de leer y escuchar una larga lista de posturas encontradas. La mayoría con un tinte político que, últimamente, parece ser condición para todos los temas, incluso para hablar abiertamente de enfermedades y muertes. No tenemos límites.

Ahora, tranquila, entiendo un poco más todo. Al mismo tiempo no entiendo.

Yo puedo ser Católica Apostólica Romana, porque puedo. Vos podés no serlo. Podés no creer en lo mismo que yo. Podés creer en la vida extraterrestre, en la reencarnación, en la ciencia, en los líderes políticos. Podés creer en lo que sientas y ¿por qué va a estar mal?.

La religión es tan íntima, profunda y respetable que merece un cuidado y un sutil trato humano. Las finalidades de las creencias son variadas, podemos necesitar  encontrar motivos, justificar la vida, justificar el dolor, hallar plenitud, saciar vacíos. Cada uno lo  encontrará dónde su camino lo guíe.

La repercusión de la noticia del Papa Francisco I fue Universal por el peso de una Institución poderosa e histórica, fue noticia más allá de Bergoglio, más allá de Argentina. Somos tan excéntricos que lo hicimos propio, somos tan limitados que nos creemos intelectuales, somos tan mal educados que nos pensamos rebeldes, somos tan hipócritas que creemos que los errores siempre son de otros, somos tan vivos que pensamos que podemos arrojar la primera piedra. (Evangelio - Juan 8,1-11)

PREFIERO DEDICARME A PENSAR QUE HAY UNA NUEVA PERSONA QUE HA SIDO BENDECIDA PARA LLEVAR LA PALABRA DE PAZ Y LUZ AL PUEBLO MUNDIAL, UNA NUEVA VOZ QUE LUCHE POR LA DISMINUCIÓN DE LA POBREZA, QUE ENTIENDA EL HAMBRE, QUE DIALOGUE CON EL ENFERMO, QUE LE DE UNA MANO AL DESAHUCIADO. QUIERO CREER EN UN NUEVO PROTAGONISTA DE LA HISTORIA MUNDIAL QUE PUEDA COLABORAR PARA FRENAR GUERRAS, QUE INTERVENGA EN LAS TAREAS HUMANITARIAS QUE MÁS SANARÁN, QUE PONDERE LA DIGNIDAD MÁS ALLÁ DE CREDOS. PREFIERO IMAGINARME UN ABRAZO FRATERNO Y UNIVERSAL QUE NOS FRENE UN POCO, NOS SAQUE DE LA LOCURA COTIDIANA DE LA OMNIPRESENCIA Y EL EGOÍSMO. PREFIERO PENSAR QUE NUESTRO PAPA NO ES ARGENTINO, ES UN HOMBRE QUE HA SIDO BENDECIDO CON EL MAYOR HONOR DE TODOS: EL DE TENER LA POSIBILIDAD DE SANAR UN POCO MÁS AL MUNDO. 

lunes, 31 de diciembre de 2012

Estimado 2013


Brindemos… sigamos brindamos por…

·         Los Shampein Showers que llegaron para quedarse.
·         Los reencuentros con los que parecían haberse ido lejos.
·         Las calles inundadas de voz.
·         Las bocas abiertas que dejó Messi.
·         La ropa que vendemos, los viajes que compramos y los cafés que nos tomamos.
·         Las fotos en Instagram que embellecieron borracheras.
·         Los medios de comunicación que nos marean.
·         La política que no nos gusta y la que no creemos.
·         La nostalgia de los Graduados y la realidad de estos Tiempos Compulsivos.
·         Los pesos invertidos, los gastados y los que faltaron.
·         Las llamadas de atención de la naturaleza.
·         Los feriados que parecemos merecer.
·         La guerra de telefonía celular que nada se parece a la de Medio Oriente.
·         El boom de las Toddy y el precio excedido de las Lincol.
·         Los que viajaban en aquel tren. 
·         El Guardaespaldas que nos dejó Whitney.
·         La justicia y los jueces que se la llevaron.
·         La rapidez de Bolt y la lentitud del canje de dólares.
·         La taquilla de las pelis del Fin del Mundo.
·         El impuesto a las ganancias y los planes trabajar.
·         Los bailes que nos hicieron doler los pies.
·         Las amigas que aún se animan a jugar.
·         Las desgracias ajenas que hacemos propias, las propias que otros sufren.
·         Los mates del domingo, el café del lunes y el Martini del viernes.
·         La felicidad del ignorante.
·         Los libros que no leímos y las series que vimos.
·         La reelección ajustada de Obama y la increíble de Chávez.
·         La envidia hacia los corpiños 95.
·         Los Gracias que no dijimos y los Perdones que no supimos expresar.
·         Las oportunidades que tenemos y no vemos.
·         Las oportunidades que no tenemos pero podemos crear.

Brindemos por ser grandes con alma de niños.
Brindemos para no perder el ritmo…
Y para que el 2013 nos encuentre ocupados viviendo lo que aún no está escrito.

Salud!
Agus



lunes, 17 de septiembre de 2012

Argentina (como adjetivo, no como sustantivo)


Mi abuela Chicha siempre me decía: “Buscate un novio radical”. Yo, adolescente, le respondía: “Si abuela, quedate tranquila”. Hasta ese nivel era radical (como sustantivo, no como adjetivo). Tanto como para sentir a Raúl Alfonsín como el amor de su vida. La escuché durante 21 años hablar de política con un fanatismo más exagerado que el que tiene mi tío por Boca Juniors. Recuerdo hacerla enojar al grito de “Viva Menem” desde el tapial de su casa y ella corría con la escoba recordándome que estaba prohibido nombrarlo.
Yo viví hasta los 18 años en un pueblo de menos de 1000 habitantes, sí, 1000. A finales de los 90 el mismísimo Presidente de la República nos fue a visitar, me tocó saludarlo, le di un beso y le estreché la mano (tengo una foto de ese preciso momento). Se me cruzó por la cabeza la abuela Chicha, por supuesto. Sin embargo aquel día para mí fue glorioso porque había tenido el honor de saludar, con sus defectos y virtudes, al Presidente de la Nación en un lugar escondido de la inmensa Argentina. La abuela fue una de las pocas que se encerró en su casa y estando a dos cuadras de la plaza, no apareció. Yo quiero sentir ese orgullo y respeto sobre la investidura presidencial.
Los que me conocen saben muy bien que mi amor por la abuela era puro, bello, irrepetible… yo la admiraba pero no heredé su radicalismo fundamentalista. Hoy le diría: “Abuela, con tantos requisitos que tiene que tener, si también debe ser radical, va a ser imposible”. No soy fundamentalista política. Soy fanática de la visión crítica, del análisis de lo que entiendo, de la sabiduría sobre la ignorancia, de la educación como base de todo camino social, de la validez cultural sobre la política, de la verdad sobre la mentira.
Soy una profesional de 27 años, criada en una familia de clase media que me ha inculcado una ideología simple y sana: la cultura del trabajo. Yo veo a mi abuelo materno de 80 años despertarse a las 6 de la mañana  para ir a trabajar en una empresa que él mismo creó. Enorme es mi orgullo de haber crecido en esta familia que hoy me empuja para que me despierte a las 6 de la mañana y labure hasta las 9 de la noche para lograr ser alguien en la vida, para poder darme gustos, para mantenerme y poder formar una familia dignamente, para hacer valer mis años de estudio, mis congresos, mis cursos, mis viajes, mis locuras, mis pasiones.
Como leerán, no escribo para quejarme, escribo porque es mi medio, mi forma. Escribo porque temo, porque me preocupa, porque no entiendo.
El jueves yo salí a la calle, salí con ánimo de sumar una voz. Fui convencida de la necesidad de ser escuchada. Porque yo quiero opinar, dialogar y discutir sin ser catalogada de “oligarca”, “gringa de campo”, “golpista”, “piquetera de la abundancia”.
Yo quiero hablar porque la libertad es mi derecho.
No quiero ser opositora, quiero sumar. No quiero ser K o anti-K, quiero trabajar. No quiero ser del “monopolio” o del Gobierno, quiero comprar lo que me gané con pasión, responsabilidad y compromiso. No quiero ser privilegiada, quiero esforzarme por el privilegio. Quiero viajar porque allá afuera, señores y señoras, el mundo te espera para enriquecerte. Quiero ayudar al carenciado sin oportunidades, no regalar al que no le gusta trabajar.
Elegí quedarme en este país, lo elegí sin arrepentimientos. Lo elegí porque acá están “los míos”. Y hoy siento que lo elegí sin merecerlo.
Yo no merezco pagar impuestos por los que no pagan. No merezco que otro compre los votos que otros votamos con dignidad. No merezco ser tratada de ignorante porque otro lo sea. No merezco que otro tenga mi cadenita de oro arrancada de mi cuello. No merezco vivir en un país dominado por la polarización ideológica. No merezco que me impidan tener lo que quiero cuando trabajo para conseguirlo. No merezco escuchar el apriete al que piensa diferente. No merezco que las escuelas públicas enseñen desde el fanatismo. No merezco ver cuentas de bancos llenas de los que deberían repartir. No merezco que los impuestos que pago se pierdan en tierras fiscales. No merezco una Constitución herida. No merezco oír el llanto de la madre a la que le mataron un hijo. No merezco una justicia para algunos. No merezco pertenecer a una generación que tiene miedo de trabajar en política porque “nada se puede cambiar”. No merezco ser parte de una sociedad que permite empresas fantasmas y olvida hospitales y escuelas. No merezco vivir en un país donde existe una gran mafia del contrabando. No merezco crecer en una sociedad que no ampara al anciano, no cuida a los niños y no protege al verdadero débil. No merezco tener que ser de acá o de allá. No merezco ser tildada de “acomodada” cuando la riqueza está en manos más grandes. No lo merezco.
Hemos logrado no tener grises y no ser capaces de permitirlos.Hemos logrado transformarnos en una Argentina intolerante, racista y sin oídos. Y termino pensando en el uso, la consecuencia y la gravedad de la palabra “poder” (como verbo, no como sustantivo). Y eso es lo que más miedo me da: NO PODER. Poder hablar, poder viajar, poder confiar, poder escribir, poder comprar, poder soñar, poder creer, poder votar, poder pensar, poder trabajar, poder ganar, poder perder. Poder. Porque no poder es la definición exacta de la no libertad. Y yo quiero tener oportunidades, yo quiero poder (repito, como verbo, no como sustantivo).
Y que quede claro que a la abuela Chicha la honro eligiendo heredar sus virtudes inolvidables y sus mejores recetas… y sin necesidad de tener que ser tan radical (esta vez como adjetivo, no como sustantivo). 

jueves, 19 de julio de 2012

Máximas que he aprendido de mis amigos





Agradecerás los amigos que te han enriquecido aunque no sea su día y la copa esté vacía.

Almacenarás chocolates para sus emergencias emocionales.

Comerás pizza a pesar de querer empanadas.

Tendrás esmalte de uñas en tu casa para suplir sus necesidades “básicas”.

Manejarás a la madrugada sin importar el destino.

Cocinarás para alegrar almas de gordas.

Atenderás sus llamados a pesar de recién haberte dormido.

Colorearás sus días grises con café ardiente.

Serás la tía copada de sus hijos... te retarán por serlo.

Someterás los diálogos a silencios necesarios y palabras justas.

Confiarás tu billetera cuando las cuentas no te salgan.

Escribirás para hacerlas sentir entendidas, para decir lo que ellas no pueden, para hacerles llegar lo que tu voz no puede expresar.

Pedirás ayuda cuando algo te duela. Ayudarás cuando algo les duela.

Lavarás copas después de todo brindis sin fastidiarte.

Admirarás su arte.

Preguntarás aunque ya sepas la respuesta. Responderás aunque ya sepas que la sabe.

Sacarás fotos en situaciones extrañas y no las publicarás hasta que hagas el video de su casamiento.

Permitirás enojos y todo se arreglará con gritos de por medio.

Ayudarás a llevar sus bolsas cuando se compren ropa de más.

Construirás brújulas cuando se sientan perdidos.

Aceptarás el “no me gustan esas botas” y las usarás de todos modos.

Compartirás pesadillas, soñarás lo mismo.

Madurarás con sus consejos sin dejar de ser niña.

Festejarás sus logros y serás la encargada de abrir el champagne.

Conocerás sus secretos y sólo los compartirás con otras amigas.

Cometerás errores que el tiempo sanará.

Detendrás sus impulsos con una mirada penetrante, entenderá pero igual lo hará.

Serás de fierro cuando se sientan de seda.

Dejarás que se vayan lejos para desear que vuelvan pronto.

Entregarás tu tiempo, tus virtudes, tus defectos y tu cariño sincero aunque lo calles.


Buscarás cualquier excusa para festejar que un día de tu vida, ese “alguien”, llegó para quedarse.

lunes, 2 de julio de 2012

Difuso y candente infinito


Y pareciera que sólo había sido un deseo como un puñado de miel que, algo ardiente, se derrite en la boca. Penumbras algo extrañas que idiotizaban la poesía volviéndola ridículamente bella. Esa eternidad algo efímera, algo aparente, algo lejana. Un sendero de inconclusos infinitos que en su más furtivo peso ya nada valían.

¿Qué podían impedir los ilusionistas frente a aquella magia? ¿Qué podía esperar el artesano que había perdido sus manos? Nada. Una completa nada. Todo. Un completo todo.

Sería porque el destierro del corazón los condenaba. Había algo de silencio en la osadía y mucho de arrepentimiento en la locura. Era esa tiesa mirada que no duda, que marcha, que hiere pero no culpa.

¿Qué han visto los ciegos de aquello que no brillaba? ¿Qué deberían decir sus voces rodeadas de bullicios? Nada. Una completa nada. Todo. Un completo todo.

La calma de sus dedos atravesaba cada centímetro de piel y los acompañaba un soplo en los oídos susurrando un seductor delirio. Se invitaban a no ver, a oscurecer los tragos agrios y a humedecer el aire puro pintándolo de una estúpida conquista.

Y en ese mismo puñado de miel, ardiente sorbo de calor, un impulso eterno los sostenía distantes para cometer el mismo crimen, decorado con un quieto reloj, vistiendo el mismo perfume y salvando el mismo fervor.

Ardían en una completa nada. Ardían en un completo todo.

miércoles, 13 de junio de 2012

Corre muchacho



Corre, agiliza sus pies embarrados, salta. Mirando hacia la izquierda la ciudad lo condena en grises. Un giro hacia la derecha es la niebla lo invade. Corre, corre tras el frío. La nieve ha comenzando a helar sus manos, sus ojos cristalinos derraman lágrimas sin tristeza, sus mejillas no se mueven y de su boca germinan agitados suspiros. Corre, corre sediento. Su corazón ha latido sin cesar, la nariz se colorea rojiza, tiritan sus dientes. Corre, corre impaciente. El reloj consume más vueltas, huye de su ahora. Un impulso interno lo apura, un gesto de cansancio lo arrincona a la derrota. Corre. Los autos se conducen a ritmos imprevistos, desconoce el ruido del cosmos, sólo se escucha un respirar profundo y zapatos mojados sobre un resbaladizo asfalto. Corre, corre muchacho. Los últimos metros se han fijado eternos, sus labios simulan hielo. Vislumbra aquella esquina, con la vanguardia de sus casas, el esplendor de sus faros misteriosos y su azul temporal. Corre, llega victorioso. Frena. La calidez de aquel café lo seduce en olores entrañables, lo entusiasma en calor intenso, lo invita, lo obliga. Entra. 


Han pasado diez inviernos y los testigos afirman que aún no se han mirado.