lunes, 16 de septiembre de 2013

Un café, a las 8 en punto


A las 7 de la mañana sonó el despertador. Bajo las sábanas azules había un solitario despertar. La mañana de invierno no permitía que él quisiera salir de la cama pero sabía que el encuentro estaba destinado a ser.

A las 7.15 de la mañana suena el despertador. Bajo las sábanas blancas había un solitario despertar. La mañana de invierno la dejaba con ansias de salir de la cama e ir al encuentro destinado a ser.

La cafetería abría temprano, se horneaban las medialunas que aromatizaban la cuadra y los granos de café alimentaban una calurosa estadía. Se oía versión en vivo de "Blackbird" por Eddie Vedder.

Él llegó despacio, con una leve sonrisa saludó al cafetero, se sentó en la última mesa, tomó el diario del día y miró el reloj. Faltaban 15 minutos para las 8 de la mañana. Abrió la sección Deportes y leyó atentamente mientras se acercaba el mozo y le preguntaba:

- Buen día señor, ¿qué va a tomar?
- Por ahora un expreso, espero a alguien. – respondió con timidez.

Ella se había tomado un taxi. Vestía botas negras, un jean gastado, un suéter gris y una bufanda verde que emparejaba con sus ojos. El taxista la miró por el espejo retrovisor y preguntó dónde iba, ella respondió agitaba:

- A la cafetería de Duarte Quirós 53. Si me disculpa, intente ir por el camino más corto y rápido, porque estoy llegando un poco tarde.

La cafetería comenzaba a llenarse, él ya no estaba solo, aunque la mesa se sentía vacía. Tomó la taza de su café espumoso, puso dos de azúcar como acostumbraba a beber, el humo hacía desvanecer el invierno y permitir un suave sabor humeante. Miró el reloj. Faltaban 2 minutos para las 8 de la mañana.

El taxista escuchaba las noticias atentamente. Ella miraba por la ventana, los comercios aún estaban cerrados, los chicos corrían con sus mochilas hacia el colegio y el cielo se vislumbraba gris. Suspiró cuando estaba cerca, a una cuadra decidió bajarse.

- ¿Cuánto es?  - preguntó mientras buscaba su billetes en su pantalón.
- $28,50 señorita.
- Quédese con el vuelto. – dijo ella mientras entregaba $30 arrugados.

La sección Deportes  estaba en la misma página en la que se había abierto. El café se había terminado. En la mesa de al lado había un muchacho joven que leía sus apuntes universitarios con lápiz en mano. Sonaba de fondo ''Sweet Pea'' de Amos Lee y él volvió a mirar el reloj. Habían pasado 10 minutos de las 8 de la mañana.

Ella caminaba apurada, el viento bailaba con su bufanda. A unos metros de la cafetería, frenó su impulso, una gota calló sobre su rostro, comenzaba a llover. Abrió la puerta lentamente, limpió sus botas en la alfombra de Bienvenida y entró sin llamar la atención.

La música se silenció por tres segundos hasta que una suave melodía de Bon Iver inmortalizó el momento.

Él la vio esquivando un par de mesas. Sonrió y respiró tranquilo.

Ella lo vio sentado junto a una taza recién manchada de café ardiente. Sonrió y respiró tranquila.

Dejó su cartera sobre la silla enfrentada a él. Él corrió el diario hacia su derecha.

Se miraron por eternos tres segundos.

- ¿Qué vas a tomar? – él preguntó algo tímido y nervioso.
- Un cortado está bien.

Se miraron por eternos tres segundos.

- ¿Cómo estás?
- Bien. Perdón que me retrasé unos minutos. – contestó invadida de simpatía -. ¿Vos como estás?
- Bien. Algo nervioso.

Se miraron por eternos tres segundos.

El mozo se acercó lentamente hacia la mesa.

- Un cortado para  ella y para mí otro igual. – dijo él señalando el expreso vacío.

Se miraron por eternos tres segundos.

- ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó ella.

Él miró el  reloj. Habían pasado 15 minutos de las 8 de la mañana. Y respondió sin dudas:

- Detenemos el reloj.

Se miraron por eternos segundos.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Mi hermana o ahora conocida como la mamá de mi sobrina

Si comienzo a sacar la cuenta con quién he pasado más horas en mi vida, creo que mi hermana es la respuesta. Nuestra diferencia de edad no es tanta, compartimos la misma habitación durante 16 años, vivimos juntas en un departamento durante 8 años, salimos a bailar juntas, viajamos juntas, compartimos amistades y horas de estudio. Compartimos la panza de mamá. Qué más?

Ceci siempre fue el “chocolatito negro” de la Abuela Chicha, (yo era su chocolatito blanco), introvertida, más callada pero con las palabras justas, protectora y sensible. Ceci jamás dejó mis camperas colgadas en la silla ni los vasos sucios, ordenaba mis placares y me planchaba la ropa. Nuestro código era simple: yo cocinaba desordenadamente y ella lavaba prolijamente.

Cuando Ceci se casó, me abandonó. Uy, cómo pasa la vida! (pensamiento de todos), mi pensamiento inmediato fue: “¿y ahora quién ordena mi habitación?”. Ese día ella estaba tranquila (creo que porque así se toma la vida) y yo estaba muy nerviosa (pero no importaba). Nos pusimos bellas para el acontecimiento. Mi hermana mayor se casaba con el hombre de su vida.

Tiempo después, me fue a buscar para contarme que estaba embarazada. Yo no caía. Creo que comencé a caer cuando me dijeron que era una nena y de repente me imaginé todo lo que podía compartir con una sobrinita. Al sentirla patear por primera vez (a Fran, no a Ceci), caí del todo. Mi hermana, la hija mayor de papá y mamá, nos estaba haciendo un regalo sencillo y real: un aire de amor.

Nos juntamos con amigas y le dimos de comer muchos chocolates para que la beba se moviera. Le hablamos de todo lo que le íbamos a enseñar sobre los hombres (y el padre asintió).

El martes, como si el destino me hubiese susurrado, decidí ir a verla un ratito, y cuando llegué, le dije con poca sutileza: “vas a explotar!”. Acostadas en la cama grande, le llevé algo para que comiera, comenzó con un pequeño dolor y muy tranquila me dijo: “Contemos!” y yo dije: “trágame tierra!”. Cada cinco minutos, una contracción, el mensaje de la naturaleza era claro. Llegó el padre de la niña y me retiré.

Hace dos días nació Fran, algo que todos saben.

Pero para mí también pasó algo más. Hace dos días, Ceci es mamá.

Mi hermana, que es capaz de no filtrar sus retos, de ponerme en la línea reflexiva, de invitarme a comer y cuando llego a su casa cocino yo, de atenderme el teléfono por cada tema legal que me pueda atormentar. Esa, la misma.

Y desde que Fran está con nosotros no logro dejar de pensar en cuánto se extraña una bendición de paz de la abuela Ida y una cascada de dulce de leche de la abuela Chicha. Dios! Fran zafó de ser comida a besos por ellas!!

Pero creo que se conforma con haber conocido al Bata a los 15 minutos de haber venido al mundo. Para no perder su estilo, el Bata se acercó y gritó: “Pero esa nena tiene un mes ya!”. Y del otro lado del teléfono estaba el Chivo, emocionado y expectante por su primera bisnieta. Creo que Francisca, en algún momento de su vida, va a sentir ese privilegio que pocos tuvimos con bisabuelos.

Mis padres, bueno, lloraban como si a un niño le sacás el chupetín. Es maravilloso verlos ser abuelos porque no la van a malcriar, la van a criar como una reina.

Y así, mi hermana es mamá. Espero que Fran sea desordenada, porque a Ceci le va a encantar ordenar su desorden, le va a planchar con más amor de lo que lo hacía conmigo, le va a cocinar cosas sin gusto, la va a llenar de besos como siempre quiso hacerlo conmigo pero con más facilidad, la va a proteger y a retar con la mayor fuerza que pueda tener, la del amor.


Yo no sé qué les pasa a ustedes en situaciones similares. A mí me dio un aire increíble de felicidad. Un momento en el que uno mira a un costado su realidad, se aparta, no proyecta demasiado y se queda ahí, unos instantes, para darse cuenta, simplemente, que por un momento se paraliza el mundo y hay algo que nos da más vida.

lunes, 12 de agosto de 2013

Leer encanta


La enfermedad cura.
El misterio duda.
La cobardía oculta.
La verdad molesta.
El silencio confunde.
La escucha entiende.
El júbilo entusiasma.
La confianza permite.
La espera calma.
El pensamiento enloquece.
La oportunidad alienta.
La locura sabe.
La belleza ciega.

La inteligencia asusta. 

lunes, 5 de agosto de 2013

Decidir es una decisión


El despertador suena a las 6 am. Lo apago, duermo.
El despertador suena a las 6 am. Me levanto, el café me está esperando.

Decidir es alimentar las oportunidades y desechar otras. Es darse por vencido y también apostar por ganar. En una afirmación o en una negación, un abatido encuentro entre ir o quedarse. Un fugaz pensamiento entre tomar un café o cebar un mate, ir caminando o tomar un taxi, comer con menos o más calorías. Dejar atrás cosas, permitirse otras. Decidir es arriesgar y también asegurar. En la decisión nos equivocamos, también aprendemos. Podemos lastimar o lastimarnos, o ambos, o nada. Al decidir elegimos. Elegir también es una decisión.

Escribir o dejar un papel blanco, o que se transforme en lienzo, o que sea una mala idea en un tarro de basura, o que otro se adueñe de ella. Decidir es buscar el camino más corto pero difícil o el largo pero fácil. Decidir nos da poder. Con el poder decidimos. Decidimos si mirar o cerrar los ojos, enfrentarnos o callar, extender una mano o ver como otro cae.

Decidimos dar segundas oportunidades o  dejarlas pasar. Decidimos abrir un libro o compartir una película, invadirnos de soledad o ser junto a otros. Decidir es un hábito. Lo hacemos todos los días, a cada momento, reflexionando por mucho tiempo o sólo en segundos. Invierto o ahorro, playa o montaña, o ambas. Decidir es activar nuestro deseo. Lo que queremos lo hacemos real.

Avanzar o acomodarnos donde estamos. Decidir también es perder. Lo que no hacemos podrá ser arrepentimiento, podrá no serlo.  Decidir es probar. La lógica se ha esfumado de la vida hace mucho tiempo, quizá jamás existió. Probamos. Decidir es darse lujos. Lujo es poder optar por oportunidades. Desafortunado quién no tiene otra opción sobre la decisión.

Decidir es futuro. Las consecuencias de la acción, con o sin conciencia, traen verdades. Decidir es presente. Lo modifico todo el tiempo, el reloj no se detiene, lo que hagamos con él nos justifica pero no lo detiene. Decidir es proyectar. Lo que espero que suceda, frenar el suspenso.

Decidir es amar. Y amar es decidir. Lo que dejamos o lo que vamos a buscar. Decidimos qué vino acompaña la velada, cuántos cigarrillos iremos a fumar, qué palabra no quedará en el olvido.

Decidir es cambiar. Algo será distinto. Llamar o esperar el llamado, decirlo o sólo pensarlo. Fingir tenacidad o sensibilizarnos. Seguir a otros o que te sigan. Decidir es buscar. Algo nuevo comienza, una experiencia aún no vivida, algo simple, algo complejo, algo.

Decidir es olvidar. Algo perdemos, algo se nos va, algo nos abandona, algo nos invade. Decidir es tener esperanza, porque aquello que estamos por hacer lo hicimos decididos. ¿La duda? Y bue… la duda también es algún tipo de decisión.

Son las 3 am. Apago la luz, la vuelvo a prender.
Son las 3 am. Apago la luz, duermo. 

lunes, 27 de mayo de 2013

Yo no sé quiénes son ustedes

Hace unos meses escribí esto:


Hace unos días recibí una respuesta de una persona que no conozco pero con todo respeto me escribió. Me guardo sus palabras porque no son mías y no las comparto sin su autorización. Pero algo del escrito me quedó claro: “Ustedes”.

Y ahí, nuevamente, reflexioné.

¿Quiénes somos nosotros? ¿Quiénes son ustedes?

Lamentablemente estamos viviendo un proceso de visión obtusa de la realidad. Banalizamos todo con ser parte de un proyecto o no serlo. Hay un error crucial: no preguntarnos cuál es el verdadero proyecto. Nos enfrentamos todo el tiempo escuchando cosas como: “Ustedes se quejan de no poder comprar dólares y viajan al exterior”, “Ustedes se quejan pero no hacen política para cambiarlo”, “Ustedes ven un programa opositor y creen todo”, “Ustedes sólo piensan en la clase media-alta y alta”, “Ustedes también roban”, “Ustedes son el monopolio más grande del país”, “Ustedes no respetan e insultan a la Presidente y a quienes la votaron”, “Ustedes no quieren un gobierno popular”, “Ustedes creen que los mejores países son otros”. Ustedes, o sea, nosotros. ¿Quiénes? ¿Yo y mi familia? ¿Yo y mis amigas? ¿Yo y mi pueblo? ¿Yo y mis vecinos?

“Divide y reinarás”. ¿De eso se trata?

Hemos logrado entre todos convertirnos en siervos de la máxima Maquiavélica. El Gobierno ha sido estratégicamente inteligente y ha encontrado a su mejor opositor: el cuarto poder. De los otros, directamente, se ha adueñado. No encuentro en mis 28 años de vida un momento más comprometido con lo que pasa hoy, por lo menos en mi generación que está dispuesta a preguntarse cosas, a dudar, a pensar. Yo no viví la era de Perón y Evita, yo no viví Dictaduras Militares. Yo vivo hoy y, sin olvidar la historia que me contaron, he estudiado  y he leído, me ocupo de hoy. Escucho a maestras desorientadas por la bajada de línea del sistema educativo y el desinterés del niño en aprender. Estamos creando una niñez vacía, una adolescencia despreocupada y un futuro temible. Clave: la ignorancia del otro nos pone en posición de poder.

La creación de un batallón de mentes cerradas, la ceguera en exceso, ya no es cuestión de ver para creer. En mi caso, o en “nuestro caso”, hay agotamiento, hay bronca, hay impotencia. Yo he escuchado miles de veces: “trabajá para remediarlo”. Eso hago, eso hacemos, con honestidad y cultura de trabajo alcanza muchachos. Pero cuando un frente de corrupción tan grande nos hace quedar chiquitos y hasta me permito decir que nos hace quedar como boludos, ya todo cansa. Y el peor pueblo es el cansado, porque tiene dos opciones: dormirse o esperar sentado.

Siempre fuimos bosteros o millonarios, morochas o rubias, altos o petizos, gordos o flacos, mujeres u hombres, de la Capi o del Interior, peronistas o radicales, ricos o pobres, de la Universidad Privada o de la Nacional, de Racing o de Independiente. Y parece ser nuestro foco: “Ustedes o nosotros”.
Marcos Aguinis en su columna escribió:

“(…) vale una anécdota de Jorge Luis Borges, que nunca se molestaba por ser calificado de "gorila", quizá porque le hubiese gustado tener también el vigor físico de un gorila. Casi ciego, pero aún capaz de movilizarse solo, se detuvo junto a la avenida 9 de Julio con su bastón blanco y pidió ayuda a un joven para que lo ayudase a cruzar. En el trayecto Borges empezó a manifestar su rabia por las últimas medidas del gobierno peronista. El joven, indignado, lo insultó y abandonó en medio de la avenida. Mientras los autos zumbaban por delante y atrás del poeta, y el muchacho se alejaba presuroso, Borges atinó a gritarle: "¡No se enoje, jovencito: yo también soy ciego!"

Y todo es tan raro, tan loco, tan impulsivo, tan infundado, tan ciego que freno dos segundos y me pregunto: ¿seré “ustedes” o seré “nosotros”?

Mi proyecto es el mismo que muchos. Y si eso es “nosotros”, me expreso por nosotros.

Nosotros queremos un país con ojos abiertos, letrado, educado, analítico y crítico. Nosotros queremos el mismo país justo que quieren ustedes, con escuelas capacitadas y limpias, con hospitales relucientes y llenos de equipamiento, caminos seguros y poblaciones resguardadas. Nosotros deseamos pagar impuestos y contribuir a la Nación, nosotros queremos un país libre, una República que no olvide ese concepto, deseamos jueces independientes y sentencias que suavicen dolores de las víctimas. Nosotros queremos que los que roban no lo hagan más, que las palabras se expresen. Nosotros deseamos dar una mano al que no tiene oportunidades, queremos oportunidades. Nosotros queremos ser tratados como parte del proyecto, que no sea “su” proyecto, sea “nuestro”.

Y yo no sé quiénes son ustedes, me quedo tranquila con saber quiénes somos nosotros. Porque si esto se trata de una guerra de poder, una guerra de convicción, de cerebros,  de locura, de una guerra de ironías, lo que sea, creo que “nosotros” tenemos el mayor de los poderes:

Ser conscientes y trabajar para que nuestros futuros hijos no se conviertan ni en ustedes ni en nosotros… que ellos sean los verdaderos “todos y todas”.  

lunes, 13 de mayo de 2013

Calla


Calla al oír la canción que te describe, calla cuando un halago te enaltezca, cuando un poema te enamore. Calla al sentir el reloj en movimiento, al escribir un verso olvidado, calla en la suavidad de una palabra escuchada, en las discusiones sin destino, en la imaginación más aventurera. Calla al oír la paz de las olas, al cerrar los ojos frente al viento. 

Calla cuando una voz amiga te guíe, cuando una caricia derrame fantasías, cuando un callejero te pida abrigo. Calla al abrazar, al sonreír. Calla cuando tiemble tu boca, cuando la respuesta hiera, cuando la pregunta no sea adecuada. Calla cuando camines sobre hermosos paisajes, calla en tardes de primaveras y atardeceres de montañas. Calla cuando el cielo se cubra de truenos, calla cuando un libro se abra, cuando la música ilumine la oscuridad. 

Calla antes de dormir, calla al despertar con un café caliente. Calla cuando el amado esté llegando, cuando un llanto desesperado te aclame, cuando una confesión te invada, cuando te cuenten un cuento, cuando te ilustre un artista. Calla cuando la inteligencia se escuche, cuando la sensatez necesite calma, cuando la desesperación nazca. Calla frente a una mirada sincera, calla cuando un beso detenga el tiempo.  

Calla… porque tu silencio podría ser el comienzo de las más bellas palabras. 

lunes, 6 de mayo de 2013

Sin pedir permiso


Ese mágico segundo en el que tus ojos se cierran y cualquier peligro eriza pieles, cualquier pasión permite euforia. La imaginación, ese laberinto sin límites donde vuelves a ser niño, donde ya eres grande. Esa sensación de navegar por donde jamás estuviste, por volar sin motor ni alas, esa increíble capacidad de sentirse héroe sin luchar, de ser dibujo animado en los colores que elijas.  

Algo deja de existir en el mismo momento que otra cosa nace. Es como cuando el bostezo aparece y la lucidez se va, cuando llega el silencio y el ruido se esfuma… cuando la soledad decide marcharse y la compañía es bienvenida. Ese momento, cuando el vacío recobra otros significados, se llena, te invade, te sorprende, te detesta pero te alienta. Hay un contrato firmado de por vida entre la mente y lo que no puede ser, entre aquello que sentimos y pensamos y aquello que aún no se ha construido.

La imaginación es la lucha interna por un cambio, por una locura, por una razón. Hay en ese momento una cima inalcanzable por ningún otro poder. Poder imaginar es crear mundos donde no hay vida, es ser princesas en castillos de arena, conocer París sin viajar, dialogar con Borges y escribir junto a Woody Allen. 

Imaginar es matar al inocente en un policial y enamorar a los amantes en una novela, es sumar un nuevo plantea a la Galaxia, ponerle formas a las nubes y encantar a un perdido amor.
Imaginar es estar inmersa en un espacio ficticio donde te conviertes en amo y dueño. Es un laberinto de poder. Dejas de estar donde estás, una corriente te impulsa a otros espacios y fluyes, no terminas, corres, tu rostro se acomoda a lo que tu mente dispara y vives, y mueres, y naces, y matas, y vuelas, y crees, y en algún momento frenas. La realidad te atormenta, se transforma en eso que palpas, en eso que tocas, en aquello que miras. La realidad te despierta  pero lo mágico es poder volver cuantas veces quieras… volver a imaginar sin necesidad de pedir permiso.