martes, 19 de abril de 2016

Bendita locura

Aparentemente, hay locura en habitaciones solitarias, en amores prohibidos, en la luna que se ve de día y en desiertos donde habitan flores. Amanece locura en el café intenso sin azúcar, en copas vacías y en charlas sin dos. También vive en cajones que no se abren, zapatos pasados de moda y lluviosos días sin paraguas.

El silencio suele creerse aliado de la locura, como la lectura de un clásico y el terror que no atemoriza. Aparece en las sonrisas que no damos, en las tristezas que no duelen, la nostalgia que nos revive, el día gris que es un buen día y el insomnio feliz.

No buscar arena para descansar pies parece locura, así como callar frente a la música del mar, añorar el invierno, despertar de noche y quedar inmóvil frente a un Monet.

Emblemática es la locura en los laberintos de Borges, el payaso de King, el gato negro de Poe, la polilla de Woolf y los 80 días de Verne. Como lo es en las tardes lluviosas con Fitzgerald y Armstrong, en noches de whisky junto a Mozart y hojas en blanco. 

Allí está, la locura, en batalla de tradiciones y normas establecidas. Como también en viajes imaginarios, en maletas cargadas de uno mismo y en el regreso más complejo y más profundo.

Hasta los museos se llenan de locura porque un pintor cambió el arte y las bibliotecas se envuelven en delirios literarios porque la realidad no basta.

Entonces, sea bendita aquella locura, pues existe dónde la indiferencia desvanece y la conciencia combate, desgarra y libera.


Si mi locura significa no vivir como tú vives, no pensar como tú piensas, amar lo que tú no amas, admirar lo que tú no admiras, bendita esa locura que me atrae, de a poco, a la más intensa y difícil cordura.

viernes, 5 de febrero de 2016

Prisa



Lustré mis botas al despertar de madrugada. Salí corriendo de casa a pesar de no tener prisa y pisé un charco en la esquina de Olmos y Crisol. El lustre fue olvido. Como también fue olvido el sol, las sábanas y la espera. 

jueves, 24 de diciembre de 2015

Carta a Papá Noel



Querido Papá Noel:

Lamento escribirte sólo para rogar generosidad, es que aún sigo creyendo que tu magia un poco nos sana.

Me encantaría que nos traigas un piano a pilas para musicalizar abrazos, un paraguas de colores para los que viven en la calle y un triciclo para los cansados. Siento que alegrarías a muchos tristes si llegas cargado de algodones de azúcar y con valijas de Juliana Médica aliviarías algunos dolores.

Permíteme aprovechar tu caridad y pedirte zapatos de plástico para los embarrados, globos de helio para los que jamás volaron y un cuaderno de hojas blancas para los que tienen mucho por contar. Además, un pizarrón mágico para los que no se agotan al enseñar, un libro de cuentos a los insomnes y un barco pirata a los perdidos.

Sería interesante que logres traer bombitas de agua que refresquen a los que trabajan bajo el sol, cocinitas que sacien el hambre y camiones que repartan felicidad. Me gustaría un Juego de la Oca para que aprendamos avanzar, una Carrera de Mente para culturizar y un Monopoly para entender qué tan poco ricos necesitamos ser.

Si te queda espacio en el trineo, que venga cargado de globos terráqueos para que cada uno elija su destino, botes inflables que nos permitan cruzar mares conociendo otras culturas, la saga completa de Toy Story así aprendemos el valor de la amistad, disfraces que nos hagan sólo de una raza (la humana) y muñecos de superhéroes que impidan guerras.

Un álbum de figuritas para los que buscan, Legos para fortalecer casas precarias, patinetas para los aventureros y trampolines para los arriesgados. Sería maravilloso que traigas rompecabezas que entretengan al aburrido, muñecas que charlen con los solitarios, caramelos de diversos sabores para que cada uno elija el suyo (y que lo que elija esté bien), máquinas de hacer helados para repartir en el desierto y muchos boomerangs para aprender a dar y recibir.

Gracias por la magia, es nuestro deber hacerla realidad. 

En todo juguete, en todo juego, se vive la verdad.

Agus

PD: no lo digas, pero yo te he visto volar.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Piedra libre a la inocencia


Con Francisca jugamos a las escondidas cada vez que nos vemos. Su ansiedad y entusiasmo me contagian la increíble necesidad de jugar. 

Al preguntar quién cuenta primero, siempre elige ser ella. Se pone contra la pared y se transforma en una espía profesional mientras yo busco un lugar incómodo para ocultarme. Cuenta claramente hasta diez y sale a buscarme mientras grita: “Tía Agus”. Aguardo con rotundo silencio impidiendo que la risa me delate. Cuando está cerca comienzo a hacer ruidos para facilitar el desenlace y logro sorprenderla para que estalle de nervios y risas. Inmediatamente dice: “Fran, Fran”, me saca de donde estoy y se “esconde” en el mismo lugar elegido por mí. Voy hacia la pared a contar hasta diez y grito con esmero “¡Salgo!”.  Comienzo a buscarla y a los segundos pregunto en voz alta dónde estará Fran. Y ella, sin dudar un segundo, grita “Acá” y aclama ser descubierta.

¡Vaya magia la de la inocencia del niño!  

Para jugar no necesita entender todas las reglas, se ríe del contrincante y le grita “piedra libre” a la astucia adulta. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Bloqueada



Hace unos meses descubrí que nuestra Presidenta, sí, NUESTRA, me había bloqueado en Twitter. Por un momento me creí importante pero tengo pocos seguidores y escasa repercusión. Luego dudé de las causas, jamás escribí agravios ni insultos, de hecho jamás le falté el respeto. Sin embargo, al final, no me sorprendió.



Ese bloqueo, pequeño e innecesario, habla más de ellos que de mí.



Este Gobierno nos bloquea. Escucha sólo elogios, silencia la crítica.



Veamos.



Si van a jactarse de hacer Justicia Social bajo el principio peronista, es confuso ver niños que lloran de hambre. Nada más primario, nada más básico, nada más justo.



Si se alaban a sí mismos con cantos de libertad de expresión, no echen ni espíen a periodistas que se animan a contradecirlos.



Si van a crear Centros Culturales con el nombre del ex Presidente, tengan en cuenta, por ejemplo, que Argentina ha parido a uno de los más reconocidos y codiciados escritores de la Historia Universal: Jorge Luis Borges.



Si van a aplaudir los triunfos de Venezuela, avalan tener presos políticos.



Si levantan las banderas de la igualdad cubana, quiero creer que han recorrido las calles pobres de la Habana, oyeron los pedidos de su gente y contemplaron su miseria.



Si van a generar antipatía con las grandes corporaciones y marcas internacionales, no manejen autos importados ni compren carteras francesas.



Si son nacionalistas no inviertan en casas de Miami y cierren sus cuentas bancarias en Suiza.



Si van a glorificarse por sus logros en Derechos Humanos, cuenten pobre por pobre, expliquen la falta de importación de medicamentos y encuentren a las adolescentes “robadas” para trata.



Si van a crucificar el “voto útil” de los demás, expliquen su voto al candidato oficial que tanto criticaron.



Si van a sonreír al hablar de cultura, regalen más libros, fomenten la cultura del trabajo y reconozcan la grandeza de los artistas que piensan distinto.



Si van a dar cátedra de justicia, terminen con el juego de ajedrez entre jueces y fiscales.



Si van a criticar a Sarmiento a través de un dibujo animado en Paka Paka, recorran escuelas públicas, controlen el uso de las computadoras que regalaron y detallen cuántas maestras ya no aman sus aulas.



Si van a acusar de corrupción a un opositor, limpien sus departamentos, sus hoteles, sus papeles, sus quintas, sus declaraciones juradas, sus inversiones y a sus amigos.



Si van a agraviar a empresarios y millonarios, dejen de comprar empresas y adueñarse de tierras.



Si van a enfatizar sobre la privatización de las empresas, recuérdenos quiénes la apoyaron y aplaudieron antes.



Si van a seguir midiendo todo por izquierda o derecha, entreguen las brújulas de su modelo.



Si van a denostar a los opositores por el conocimiento del territorio argentino, aterricen sus helicópteros y aviones.



Si van a apostar por la industria nacional, eliminen retenciones a los que producen el país.



Si van a hacerse eco de la lucha contra el terrorismo, aclaren AMIA.



Si van a citar al Papa, confiesen la sordera mientras era Bergoglio.



Si van a gobernar con “fe, esperanza y deporte”, además, recuerden impedir que entre droga y hacer cumplir condenas.



Si van a crear centros de atención médica, recuerden llenarlos de insumos y personal para que funcionen luego de la foto.



Si van a hacer Cadenas Nacionales para inaugurar un monumento, agreguen alguna para explicar el fraude tucumano y la inundación de la provincia de Buenos Aires.



Si van a armar una batalla contra un monopolio de medios, dejen de comprar medios.



Si van a criticar al millonario que se dedicó a la política, no se hagan millonarios con la política.





Jamás deberíamos glorificarnos a nosotros mismos bajo la imparcialidad de la verdad. Principalmente porque toda mitad de verdad sugiere mitad de mentira. Abraham Lincoln dijo: “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.



Este Gobierno no has bloqueado porque se ha adueñado de una ficción que ha sabido narrar. Ha vestido su gran virtud del mayor de sus defectos.



Quien no puede transformar la realidad cuenta con sólo una salida: crear la propia.



Sin ir más lejos, es pura ironía que un slogan tan directo, tan desafiante e inclusivo como el de “para todos y todas” haya hecho mal el cálculo y a algunos no nos cuente.



Es mágico cómo el sordo relato nos ha ido bloqueando.



martes, 8 de septiembre de 2015

La pequeñez de la caja

Aquel pañuelo que retiene un perfume que ya no usas y un libro con una dedicatoria de alguien que ya no frecuentas. La calle de tierra cubierta por asfalto, un mazo incompleto de cartas españolas, un cassette con la cinta desarmada. El olor de la salsa casera, el ruido de las galletitas en lata y la textura del ovillo de lana.


El tren de los domingos por la tarde, el barrilete que voló el viento y el sabor original de la mermelada casera. El pan del pueblo en la madrugada, el oso de peluche abandonado, los árboles que crecieron y que, alguna vez, apenas te escondieron. Un cuaderno donde el lápiz casi no se lee, crayones sucios y gomas de borrar usadas.


La pelota ahora desinflada, el mate cocido, los ídolos que ya son desconocidos. Los collares de fideos de colores, la remera que conservas, la canción que te dedicaron en la radio. El timbre de una voz que ya no escuchas, el sodero de las mañanas y el pasto comido por camellos. Una estrella a la que ya no le imploras, un par de velas derretidas en noches de tormenta y el húmedo aroma al terminar la lluvia.

El hombre de la bolsa que jamás conociste, los raspones de las travesuras y el subibaja al que ya no subes, del que ya no bajas. Las piedras de la plaza, los rastros en la canilla de las bombitas de agua y los vecinos de al lado que ahora viven lejos. Los tapiales que cruzaste, los patios que invadiste y los pozos que tapaste.

Los disfraces que te regalaron aplausos y la poesía recitada sin vergüenza. La entrada a un famoso museo, los rastros de brillantina sobre cartón y el engrudo con el que todo uniste. 

El riego de atardeceres de verano, el cuento que te durmió por las noches, los libros con hojas manchadas. El truco de magia que no necesitaste entender, la tarde de circo y el dulzor de un chupetín. Un par de zapatillas embarradas, la máquina de coser y las pinturas de “mentiritas” que aún conservas.

Una taza que te quedó chica para el café, la muñeca que sobrevive al tiempo y aquel poema que leíste por primera vez. Galletas de avena recién horneadas, leyendas urbanas que aún crees y la luz mala que te ha dejado de perseguir. El piano que no dejó de sonar en tus oídos, algún canto de pájaro que invadió tus siestas y aquella última torta de cumpleaños compartida.

El silbido de un grillo, la canción de la tortuga y la valija con la que te vieron partir

Tus manos coloreadas por tizas de colores, un papel adornado con acuarelas y tu nombre escrito con trazos difusos. La flor marchitada que vive entre páginas, los dados que te enseñaron el azar y los amigos imaginarios con los que aprendiste a hablar. Un reloj inmóvil que habita en un cajón, un anillo de plástico y una carta en papel que inmortaliza sus letras. 

La magia de la nostalgia reside en su simpleza.

¿Acaso no es tan simple como una pequeña caja colmada de viejos botones?

viernes, 14 de agosto de 2015

Hoy mis botas están secas


Hoy tengo mis botas secas, las agarré esta mañana para ir a trabajar a primera hora de la mañana. Caminé sin embarrarme y tomé café caliente en un fiel día de invierno. Sin embargo, pasó algo extraño, me sentí privilegiada tan sólo porque no estaban mojadas.

Pensé en lo que escuché anoche sobre las inundaciones que afectan a parte del país. "No tenemos historias ni recuerdos" decía una señora refiriéndose a su vivienda tapada por agua. Esa mujer tenía sus ojos – paradójicamente - empapados de impotencia. Esos ojos no hablaban de cepo, impuestos, retenciones, partidos políticos, subsidios o planes sociales. Esos ojos eran pura indignación, sufrimiento y cansancio. Cansancio. Cansancio.

Sabemos que toda catástrofe tiene disfraz político porque se miden en victorias y derrotas. Los verdaderos derrotados están en otro lado, ocultos. Son los que sufren hipotermia, los que pierden casas, los que despiertan a sus hijos a la madrugada entre juguetes que flotan, los que reciben comida que no saben dónde cocinar, los que ven el deterioro de lo logrado con trabajo y esfuerzo, los que no duermen por cuidar lo poco que les queda. Esos, lejanos y cercanos, son los olvidados.

Basta. Hay que empezar a hacerse cargo del llanto ajeno.

Dicen que los argentinos somos solidarios. ¿De qué nacionalidad son los que gobiernan?
Yo conozco personas que sin recursos, con poco tiempo y con mucho espíritu voluntario, cuidan niños en Guarda Judicial, enseñan a cantar a hospedados en casas de refugio de hombres de la calle y acompañan a personas que se sienten solos en sus últimos años de vida. Esas personas pagan impuestos, trabajan y estudian. Esos son los pilares por los que se mantienen dignidades. Ellos tienen la capacidad y la condición de la generosidad.

A los voluntarios y donantes jamás se los debería cargar con el peso de la culpa, obligación y responsabilidad.

Los verdaderos responsables son sordos cuando el sonido no les gusta y ciegos cuando la luz los encandila. Cobran más que nosotros, tienen privilegios en la justicia y viajan a su trabajo en helicóptero. Esos, los cansados por hacer campaña, anoche durmieron calentitos en su cama.

Y las excusas suelen ser descargos de responsabilidades. Todo es culpa de otro, porque seremos muy solidarios como argentinos pero tenemos la peor de las faltas: humildad. ¡Reconocer errores puede salvar vidas muchachos!

Repito: hay que empezar a hacerse cargo del llanto ajeno.

“La corrupción mata”, resumen de la realidad, sin necesidad de poesía ni demagogia, de Débora Plager. Síntesis del dolor de los que siempre pierden. Frase que contextualiza la irresponsabilidad de los elegidos por el voto popular y republicano. Concretas palabras de la puja constante entre el poder y las víctimas.

Y tiene razón. La corrupción es una epidemia que deja madres con dolores incurables, le quita remedios al anciano y resta platos de comida en hogares precarios. La corrupción disminuye libros en las escuelas y se viste de gala frente al descalzo. La corrupción ahoga niños, droga adolescentes, apuñala caminantes y viola mujeres. Porque lo que la corrupción oculta y se lleva, en todos esos momentos, falta.

Es tiempo de escribir los libros de historia que se editarán en cincuenta años. Tienen la gran oportunidad de ser aplaudidos. No entiendo cómo las energías se disipan y no se pelean por ser el héroe de esas páginas. A los políticos con ánimos renovados, los que verdaderamente quieran ser héroes, mi voto, mi respeto, mi apoyo y la oportunidad de demostrarlo. A los demás, basta.
 A los demás, basta.

Y a ti, poder, seductora palabra, espero que alguna vez tu verbo le gane a tu sustantivo.

Para ello, antes de votar es imprescindible preguntarse: ¿Cuán secas quiero que estén mis botas?