De tan sólo minutos renacen erguidas
centellas de noches que acarician y sanan.
Agua calma, agua en guerra,
paz que implora mi rabia, me recusa.
Furia que apacigua en oscuridades lejanas,
esclaviza mi osadía, la sumerge, la purifica, la trasciende.
Misterios de otro oriente
tiemblan en un abismo no olvidado, me inmortalizan.
Recorriendo mis miedos el tiempo fluye,
disimula, arrebata, no desprecia.
Gigantes olas poco añoran, pegan, duelen,
y se vuelven a ir. Sonrío.
Ingratitud inexistente,
vacía.
Gratitud del noble, del hombre.
Fantasías que no eran, aparecen,
juegan, se rehúsan a marchar.
En el azul imprevisto, bajo las mismas estrellas,
caen otras gotas, se besan sedientos deseos,
llueven nuevos y sencillos poemas.
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