Dime si mi esfuerzo se desvanece con otros desganos. Dime si he cometido el error de justificar la poca luz que nos alumbra. Dime cuál es la palabra para evidenciar mis latidos y cuánto necesitas para aclamar mi respiro. Dime si aquellas magias no fantasearon en vano. Dime que no soy ilusa, que no me encanto con demasía. Dime que detrás de los humildes se esconde la verdadera grandeza. Dime que lo simple de los diálogos podría ser indicio de leyes justas. Dime que estoy para quedarme, que la lejanía no impone riesgos. Dime que la franqueza de mi mirada es la permuta de mi alma. Dime que este frío envenena cualquier fuego. Dime que lo que creo es posible, que lo que soñamos lo obtendremos. Dime que el pobre no está temblando bajo el imperioso cielo. Dime que las guerras sanarán. Dime que las respuestas no están vacías y que mi pregunta no es pueril. Dime que este ruego interno se escucha desde el sur. Dime que aquel nuevo día traerá la risa de un niño y su juego inocente. Dime que lo injustificable no tiene sentido y que mi grito sorpresivo toma fuerza. Dime si este desvelo durará toda la vida. Dime que hay amantes que conocen el amor. Dime que hay odiados que dejarán de serlo. Dime que mi realidad no me ciega, que mi verdad no me justifica. Dime que mi sed de entendimiento se saciará con optimismo. Dime que la sabiduría del maestro bastará para la ignorancia del alumno. Dime si te he pedido demasiado. Dime si este reclamo abruma tu bondad. Dime, mi Dios, tan sólo dime.
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