El sillón era de cuero. Un marrón oscuro que no combinaba con la alfombra. Una lámpara sentenciaba la noche y el humo del café se evaporaba. Había cierto olor a Buenos Aires. Había Buenos Aires. Mis pies, inquietos. Mis manos, entre libros, húmedas. Pidió que mi voz honre a Joyce, Kipling, Macedonio, Bioy Casares, Wilde, Stevenson y Poe.
Los pantalones arrugados en su muslo descubrían las medias. Ciego, tan despierto.
Sus manos se lucían una arriba de otra sobre un viejo y lustrado bastón. Ciego, tan despierto.
Aprobaba y desaprobaba el arte con la misma mueca. Ciego, tan despierto.
Madrugada. Había olor a Buenos Aires.
Yo seguía leyendo. El sillón, vacío. Él estaba en mi sueño.
14 de Junio, a 31 años sin Borges. Perdón. A 31 años de inmortalizarse en libros.
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