Para el suicida será el fin, un
vacío oportuno en la calma de una noche solitaria. Para el niño será una
aventura en bicicleta, una escultura de barro que se desvanece con el agua, un
barco de papel que naufraga en un charco natural. Para el generoso será una
mano abierta y dispuesta, una entrega sin límites. Para la madre será un hijo
envestido de vida. Para el mago será aquello que no vemos, aquello que sólo
sucede, que sólo ilusiona. Para el carpintero será lo que sostiene, lo que
guarda, lo que persiste. Para un pescador será la riqueza de una marea
estremecedora. Para el sediento será un oasis, un río de líquido esperanzador.
Para el rico será la ambición y el deseo que algo sacia. Para el pobre será el
conformismo, la capacidad de no sentir la suerte como obra del destino. Para el que juega ruleta rusa será una chance.
Para
los débiles será un lazo que, sin romperse, nos implora calma. Para el
sonriente será el optimismo frente oscuridades imposibles de aclarar. Para el
melancólico será el sabor de un llanto sentido que recorre los misterios de la
tristeza. Para el guerrero será la lucha, la valentía, el honor. Para los
reinados será el imperio, el prestigio, la corona. Para el alpinista será la
aventura, el riesgo, la adrenalina. Para los que creen será la Fe, para los que
no creen será el día a día. Para los enamorados será el amor. Para el poeta
será la palabra embellecida.
La vida cobra sentido cuando más
sentido cobra la muerte. Cuánto más amamos lo que vivimos, más deseamos no
dejarlo. La vida tiene sentido y para cada uno será un suplicio de tiempo, un
encanto de oportunidades, un empujón de esperanzas, un grito de perdón. La vida
es vida porque alguien vive, la muerte es muerte porque alguien muere. Con esto
podremos pecar de simpleza o entender que por nuestras venas corre sangre con disímiles
deseos, con contrastes en sus pausas, con sombríos en sus pensamientos, con
claros en sus decisiones.
Y no es que muchos no quieran
morir, muchos temen dejar de vivir. Ahí se encuentra la lógica, la pérdida, el
desgano, la desazón, el destierro. Allí donde vivimos hay un misterio del
mañana que esconde sólo un fin homogéneo. Así como la vida no se termina, la
muerte tampoco lo hará. Alguien más vivirá, alguien más morirá.
Nos preguntamos para qué vivimos.
Nos preguntamos cuál es la razón, cuál es el motivo, qué nos piden a cambio. Pues
nadie ha pedido nacer y muchos han elegido no vivir.
Muchos han vivido para escribir y
han muerto en sus palabras. Muchos han dejado sus historias en pinceladas
millonarias. Otros han viajado por el mundo y allí colonizaron sus deseos.
Muchos han cantado hasta quedarse sin voz. A veces, con respirar alcanza. La
mayoría de las veces, no es suficiente.
La belleza de la vida es más
bella para el que no la sufre. La tristeza de la vida seguirá siendo tristeza
para el triste. La impunidad siempre será injusta para la víctima. La vida
siempre será un juego para el asesino.
El sentido de la vida se
desprende de aquello por lo que estamos dispuestos a olvidar, a perdonar, a
sentir. Es un paraje en un huracán, es el eco de un suspiro, es el encanto de
una noche que no se quiere olvidar. Uno vive por las razones que lo hacen ser,
creer, sentir, ir más allá, dejarse llevar, correr, frenar, soñar, hablar, callar, sonreír, saltar, gritar, jugar, pretender, bailar... imaginar, confiar, pensar, enseñar, aprender... volver a bailar.
En fin, ¿qué valor tiene mi vida?
¿La misma que la tuya? ¿Por qué? ¿Cuándo decido entregar mis latidos por los
latidos de otro? ¿Qué hay de la vida sin mí? ¿Quién llega después de mi
partida? ¿Quién me espera? ¿Quién decide? ¿Para qué vivo? ¿Para quién vivo? ¿Vivo?
El sentido de la vida no sé si
tiene sentido, sólo creo que es una incógnita puesta al descubierto al hallar
cuál es el deseo interior por el que cada uno no quiere ni espera morir.
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